Arcoiris de Valientes


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Arcoiris, dos chicos llamados Carlos y Diego que se amaban profundamente.

Carlos era alto y delgado, con ojos color café y cabello rizado; mientras que Diego era más bajo, con piel morena y una sonrisa encantadora. Ambos compartían gustos por la música, los libros y las aventuras al aire libre. Desde que comenzaron su relación, en la escuela empezaron a surgir comentarios desagradables sobre ellos.

Algunos compañeros los miraban con desaprobación e incluso les decían cosas hirientes. Pero Carlos y Diego seguían adelante con su amor, sabiendo que lo importante era lo que sentían el uno por el otro. Un día, las burlas se volvieron aún más crueles.

Un grupo de chicos comenzó a llamarlos —"anormales"  y a reírse de su relación. Carlos y Diego se sentían tristes e incomprendidos, pero decidieron no dejarse vencer por el bullying.

- ¿Por qué nos dicen esas cosas tan feas? -preguntaba Carlos a Diego mientras caminaban juntos después de clase. - No sé, tal vez les asuste algo que no entienden -respondió Diego con voz tranquila-.

Lo importante es que nosotros nos queremos y eso es lo único que importa. Los padres de Carlos y Diego notaron el cambio en sus hijos y decidieron hablar con ellos para entender lo que estaba pasando.

Al enterarse del bullying en la escuela, los padres brindaron todo su apoyo a los jóvenes. - Chicos, lo más importante es que ustedes sean felices -dijo la mamá de Carlos con ternura-. No permitan que las opiniones negativas de otros afecten su amor.

Con el respaldo de sus familias, Carlos y Diego encontraron fuerzas para enfrentar las adversidades en la escuela. Poco a poco, algunos compañeros comenzaron a darse cuenta de que el amor entre ellos era tan valioso como cualquier otro.

Un día, durante un acto escolar sobre la diversidad y el respeto hacia todos, Carlos y Diego tuvieron la oportunidad de hablar frente a toda la escuela.

Expresaron sus sentimientos sin miedo ni vergüenza, contando cómo habían sido discriminados pero también cómo habían encontrado apoyo en sus seres queridos. - El amor no tiene etiquetas ni barreras -dijo Carlos con determinación-. Todos merecemos respeto sin importar nuestra orientación amorosa. Las palabras de los dos chicos resonaron en cada rincón del colegio.

Muchos estudiantes reflexionaron sobre sus prejuicios e incluso pidieron disculpas por haberlos tratado mal. La directora felicitó a Carlos y Diego por su valentía al compartir su historia ante todos.

Finalmente, llegó el momento en que ambos terminaron la secundaria e iniciaron una nueva etapa juntos: decidieron formar una familia adoptando a una niña huérfana llamada Valentina. Los padres de Carlos prepararon una gran fiesta para celebrar esta nueva unión llena de amor y esperanza.

- ¡Bienvenidos al hogar donde reina el cariño incondicional! -exclamó emocionada la mamá de Carlos al abrazar a Valentina junto a sus papás-. Aquí siempre serán amados tal como son.

Carlos miró a Diego con lágrimas en los ojos mientras sostenían entre ambos las manos pequeñas de Valentina. Sabían que habían pasado por momentos difíciles pero juntos habían logrado superarlo todo gracias al poder del amor verdadero.

Y así fue como la pareja gay conformada por Carlos y Diego demostró al mundo entero que nada puede opacar la luz del cariño sincero. Su historia inspiró cambios positivos en aquel pueblo antes marcado por ideas estrechas; ahora reinaba la aceptación mutua sin importar diferencias superficiales.

Valentina creció rodeada del afecto inmenso proveniente tanto de sus papás como del entorno familiar ampliado compuesto por personas dispuestas siempre a dar lo mejor para verla feliz.

El cuento realista sobre este camino recorrido desde tiempos difíciles hasta alcanzar días llenos luz finaliza aquí; mas permanece vivo dentro corazones ávidos aprender lecciones acerca tolerancia comprensión mutua.

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