Ardilla en Familia
Había una vez en un tranquilo pueblo llamado Villa Esperanza, donde vivía una familia muy unida y feliz. En esa familia vivían los hermanos Lucas y Valentina junto a sus padres, Marta y Juan.
Todos los días compartían momentos juntos, ya sea desayunando, jugando en el parque o cenando en la mesa. Un día, mientras paseaban por el bosque cercano a su casa, se encontraron con una ardilla herida.
La pobrecita tenía una patita lastimada y no podía moverse bien. Los niños sintieron mucha compasión por ella y decidieron llevarla a su casa para cuidarla. "¿Qué le pasó a la ardillita, mamá?" preguntó Valentina preocupada. "Creo que se cayó de un árbol, cariño.
Pero vamos a curarla juntos", respondió Marta con dulzura. Así fue como toda la familia se involucró en cuidar a la pequeña ardilla.
Lucas preparaba alimentos especiales para ella, Valentina le daba agua y cariño, Juan construyó un pequeño refugio en el patio trasero y Marta investigaba cómo curar su patita lastimada. Los días pasaron y la ardilla comenzó a recuperarse gracias al amor y dedicación de la familia.
Se volvió más activa, juguetona e incluso empezó a subirse a los hombros de los niños como si fuera parte de la familia. Una noche, mientras cenaban juntos en la mesa, la ardilla entró corriendo por la puerta entreabierta del patio.
"¡Miren quién vino a visitarnos!", exclamó emocionado Lucas señalando hacia el patio. Todos sonrieron al verla corretear por el jardín con alegría. "Parece que ya está totalmente recuperada", dijo Juan orgulloso. "Sí papá, ¡es parte de nuestra familia ahora!", agregó Valentina con entusiasmo.
La historia de la ardilla se convirtió en un recuerdo imborrable para todos ellos. Aprendieron que cuando alguien necesita ayuda o afecto, es importante estar ahí para apoyarlo incondicionalmente.
Comprendieron que la unión familiar es fundamental para superar cualquier obstáculo que se presente en el camino. Desde ese día en adelante, cada vez que veían corretear a la pequeña ardilla por el jardín recordaban lo importantes que eran los valores de solidaridad, empatía y trabajo en equipo dentro de su hogar.
Y así siguieron viviendo felices en Villa Esperanza; una familia unida por siempre jamás. Porque sabían que lo verdaderamente importante era tenerse los unos a los otros para compartir tanto las alegrías como las tristezas que les trajera la vida.
FIN.