Arena y la Gran Aventura de la Responsabilidad
Había una vez una niña llamada Arena, conocida en su vecindario por ser muy amable y generosa. Siempre estaba dispuesta a ayudar a sus amigos y a cuidar de los animales callejeros. Sin embargo, Arena tenía un pequeño problemita: a veces, se quedaba dormida cuando era hora de estudiar.
Una mañana, se despertó justo a tiempo para salir corriendo hacia la escuela. Su mamá, que la estaba esperando con un desayuno delicioso, la llamó:
"¡Arena, el desayuno está listo! ¿Por qué no venís a comer?"
Arena, con la boca llena de pasta de maní, le contestó:
"¡No puedo, mamá! Si llego tarde, no tendré tiempo para hacer mi tarea".
Y así, salió disparada.
Esa tarde, después de la escuela, Arena decidió descansar un poco antes de hacer sus tareas. Se recostó en su cama y, como siempre, se quedó dormida. Al despertar, se dio cuenta de que había pasado mucho más tiempo del previsto. Miró el reloj y se asustó:
"¡Oh no, ya es de noche!".
Arena sabía que sus amigos la esperarían para jugar, pero también sabía que tenía una lección pendiente que debía entregar al día siguiente. Desesperada, comenzó a llorar:
"¡No puedo fallarles a mis amigos, pero tampoco puedo dejar de estudiar!".
De repente, escuchó un suave ruido que provenía de la ventana. Era su amiga Lía, una linda pájara que siempre la visitaba. Lía la miró con ojos compasivos y le dijo:
"Arena, ¿qué te pasa?".
"Me quedé dormida y ahora no sé qué hacer. No podré estudiar a tiempo y mañana tengo el examen".
Lía aleteó y se posó en el alféizar de la ventana, luego le dijo:
"Arena, creo que tienes una gran habilidad para ayudar a los demás, pero ahora, ¡es tiempo de que te ayudes a ti misma!".
Arena se limpió las lágrimas y la miró intrigada:
"¿Cómo puedo ayudarme, Lía?".
"Si quieres sacar un buen examen, tendrás que aprender a organizar tu tiempo, y eso significa no quedarte dormida cuando es hora de estudiar".
Arena, al escuchar esto, comenzó a reflexionar. Sabía que su gran amiga tenía razón.
Decidió que de ahora en adelante, establecería un horario en el que podría jugar, estudiar y descansar. Esa noche, se preparó para ir a la cama más temprano y, antes de dormir, escribió un recordatorio en una hoja:
"¡Sé responsable, Arena! ¡Usá tu tiempo sabiamente!".
A la mañana siguiente, se despertó sin prisa. Desayunó con calma y se sentó a estudiar con mucha concentración.
"¡Esto es mucho más divertido cuando estoy despierta!" pensó.
Lía vino a visitar a Arena y, al ver que estaba trabajando, le preguntó:
"¿Cómo te va, amiga?".
"¡Increíble! Estoy aprendiendo tantas cosas. Gracias a vos, entendí que debo ser responsable con mi tiempo".
Cuando llegó el día del examen, Arena se sentía lista y confiada. Miró a sus compañeros antes de comenzar y les sonrió:
"¡Estoy lista!".
La maestra repartió las pruebas y Arena se dio cuenta de que, gracias a su esfuerzo, había podido contestar todas las preguntas. Al finalizar, se fue a casa radiante.
"¡Saqué un 10!" gritó a su mamá, llena de alegría.
Desde aquel día, Arena no solo se convirtió en la más amable, sino también en la más organizada. Aprendió que ser responsable y administrar bien su tiempo le permitió ayudar a sus amigos y disfrutar momentos de diversión sin descuidar sus obligaciones.
Con su dedicación y esfuerzo, Arena se volvió un ejemplo a seguir en su escuela, recordando siempre que el éxito y la amabilidad van de la mano. Y así, Arena vivió feliz aprendiendo algo nuevo todos los días, ayudando a los demás y siendo responsable, todo al mismo tiempo.
FIN.