Ares y el Sueño del Ballet
Había una vez un pequeño pueblo en Argentina donde vivía Ares, un niño con una pasión desbordante por la danza. Desde que podía recordar, él soñaba con ser un gran bailarín. Se pasaba los días en su habitación, viendo videos de bailarines de todo el mundo y practicando cada paso frente al espejo. Ares tenía un talento especial, pero también un gran desafío: su familia no podía costearle clases de ballet.
Un día, mientras Ares ensayaba en el patio, su abuelo, Don Miguel, lo observó en silencio. Cuando Ares terminó su actuación, Don Miguel se acercó a él con una gran sonrisa:
"¡Mirá, Ares! ¡Sos un bailarín nato!"
"Gracias, abuelo. Me encantaría bailar en el ballet de París algún día, pero no sé si podré".
"Nunca dejes de soñar. A veces, los sueños se hacen realidad si uno lucha por ellos. ¿Por qué no me enseñás esos pasos?"
Con el apoyo de su abuelo, Ares decidió entrenar cada mañana antes de ir a la escuela. Se levantaba al amanecer, practicaba saltos y giros, y poco a poco fue mejorando. Sin embargo, a medida que pasaban los meses, se dio cuenta de que no podía competir con los otros chicos que sí tomaban clases de danza. Se sentía triste y desanimado.
Una tarde, mientras Ares danzaba debajo de un roble en el parque, conoció a Lila, una niña bailarina que había llegado de la ciudad. Ella lo observó con atención y se le acercó:
"¡Qué bien que bailás! ¿Por qué no te unís a nuestra clase de ballet?"
"No puedo, no tengo dinero para pagar la matrícula".
Lila lo miró pensativa y dijo:
"No te preocupes. ¡Voy a hablar con mi maestra!".
Al día siguiente, Lila llevó a Ares a la escuela de ballet. La maestra, la Sra. Elena, vio el brillo en los ojos de Ares y decidió darle una oportunidad.
"Si vos tenés ganas de aprender, ¡aquí estoy para enseñarte!".
Ares comenzó a asistir a las clases y todo parecía ir genial. Pero un día, la Sra. Elena anunció que estaban organizando un concurso para actuar en el prestigioso ballet de París. Ares sintió que su corazón latía con fuerza, pero los otros bailarines eran mucho más experimentados que él.
"No sé si tengo lo que se necesita para ganar", confesó Ares a Lila.
"No te rindas. Lo importante es dar lo mejor de uno, ¡y vos tenés un gran talento!".
Con esas palabras de aliento, Ares se esforzó mucho más en sus ensayos. Practicó días y noches, y su determinación fue creciendo. Sin embargo, a pocos días del concurso, sufrió una caída y se torció el tobillo. Se sentía frustrado, pero no podía permitir que eso lo detuviera. Lila y la Sra. Elena le ofrecieron apoyo.
"Necesitás descansar un poco y luego volver a intentarlo. Tu salud es lo primero".
Ares asintió, pero dentro de él, la llama de la danza seguía brillando. Así que, aunque no podía bailar, se dedicó a visualizar sus pasos y a escuchar música, manteniendo viva su pasión.
Finalmente, llegó el día del concurso. Ares se presentó con una muleta, pero en su corazón llevaba su amor por la danza. Cuando fue su turno, se sacó la muleta, se subió al escenario y comenzó a bailar con todo su corazón. El público quedó maravillado y la energía que Ares transmitía era increíble.
"¡Bravo!" gritaban al terminar.
Aunque Ares no ganó el primer premio, la Sra. Elena le dio un hermoso comentario:
"Ares, a veces ganar no es lo más importante. Lo que realmente cuenta es el esfuerzo, el coraje y la pasión que pusiste en tu actuación. Has inspirado a muchos hoy".
Fue entonces cuando un productor del ballet de París se acercó a él y le dijo:
"Me encantaría que vengas a audicionar para nuestra compañía. Tenés un talento especial".
Ares no podía creerlo. Con lágrimas de felicidad, abrazó a Lila y a su abuelo, que lo había animado desde el principio.
"¡Lo lograré!" prometió Ares.
Con la ayuda de sus nuevos amigos y su familia, Ares se preparó para su audición en París. Pasó días ensayando, pero esta vez lo hacía no solo por él, sino por todos los que creyeron en su sueño. Finalmente, cuando llegó el día de la audición, Ares dio todo de sí y brilló como nunca antes.
De esta forma, gracias a su constancia, esfuerzo y la ayuda de quienes lo rodeaban, Ares no solo cumplió su sueño de bailar en París, sino que además, se convirtió en un gran bailarín, inspirando a otros a no rendirse nunca en la búsqueda de sus sueños.
Y así, Ares demostró que, aunque el camino a los sueños pueda estar lleno de obstáculos, la perseverancia y el apoyo de amigos y familiares pueden hacer que cualquier cosa sea posible.
FIN.