Ari y el Juego de Sueños



En un pequeño pueblo de España, un niño llamado Ari Geli soñaba con ser un gran jugador de baloncesto. Desde muy pequeño, pasaba horas practicando en la canchita del barrio, driblando y lanzando a la canasta. Su ídolo era LeBron James, pero también admiraba a Stephen Curry por su increíble tiro de tres puntos.

Un día, mientras Ari practicaba, se dio cuenta de que no estaba solo. Un grupo de amigos lo observaba desde la sideline.

- ¡Vamos, Ari! ¡Lánzala! - gritó uno de ellos.

Ari respiró hondo y lanzó la pelota con todas sus fuerzas. La pelota voló y... ¡ZAS! Entró en el aro.

- ¡Eso fue espectacular! - dijo su amigo Lucas, aplaudiendo.

- ¡Puedo ser tan bueno como LeBron! - exclamó Ari, emocionado.

Sin embargo, Ari había olvidado algo importante. Siempre se comparaba con los grandes jugadores, y eso le causaba un poco de frustración cuando no lograba encestar como ellos.

Esa noche, Ari no pudo dormir. Se dio cuenta que si bien admiraba a sus ídolos, también necesitaba encontrar su propio estilo de juego. Con esa idea en mente, decidió que al día siguiente experimentaría con nuevas jugadas.

Al día siguiente, en la canchita, sus amigos se unieron a él.

- ¿Qué planeás hacer hoy, Ari? - le preguntó su amiga Sofía.

- Voy a inventar mis propios movimientos - contestó Ari con determinación.

Poco a poco, comenzó a combinar los movimientos que había aprendido con sus propias ideas. A veces se caía o la pelota no iba donde él quería, pero eso no lo desanimó.

Con el tiempo, comenzó a disfrutar mucho más del juego. Ya no se sentía presionado por ser como LeBron o Stephen; estaba enfocado en disfrutar el baloncesto y mejorar.

Un día, mientras entrenaba, un grupo de chicos nuevos llegó al parque. Eran más grandes y parecían muy buenos jugadores. Ari sintió un poco de miedo, pero luego recordó su reflexión y decidió retarlos a un partido.

- ¿Se animan a jugar un partido? - preguntó con valentía.

Los chicos lo miraron, sorprendidos, pero decidieron aceptar el desafío. Al comienzo, el partido no iba bien para el equipo de Ari. Los chicos más grandes eran bastante fuertes y estaban ganando.

- ¡No te desanimes, Ari! - gritó Lucas desde la línea de banda.

Ari, recordando su nueva filosofía de juego, decidió usar todo lo que había practicado. Con sus movimientos improvisados y la ayuda de sus amigos, lograron empatar el partido.

- ¡Vamos, chicos! ¡Podemos ganar! - animó Ari.

La tensión aumentó en los últimos minutos de juego. Finalmente, el equipo de Ari tuvo la oportunidad de lanzar el tiro decisivo. Era el turno de Ari. La pelota se encuentra en sus manos; el corazón le palpitaba fuerte.

- ¡Confía en ti, Ari! - gritó Sofía.

Ari se centró, recordó todo el esfuerzo que había puesto en cada práctica y lanzó la pelota. La pelota giró en el aire mientras todos miraban con esperanza.

Y... ¡Swoosh! Entró en el aro.

- ¡Lo lograste! - gritaron todos con alegría.

Ari sonrió, no solo porque había ganado, sino porque había aprendido que cada jugador tiene su propio estilo y que es valioso ser uno mismo.

De ese día en adelante, Ari no solo soñaba con ser como LeBron o Stephen, sino que se enfrascó en ser la mejor versión de sí mismo.

Y así, con mucho esfuerzo y alegría, Ari Geli se convirtió en un gran jugador, pero lo más importante fue que nunca dejó de disfrutar el baloncesto y siempre supo que ser uno mismo era lo más importante.

Y así el sueño de Ari se convirtió en una hermosa realidad, y siempre se recordará que jugar es mucho más que solo ganar. Es sobre divertirse y ser auténtico.

FIN.

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