Ari y el mágico mundo de los dibujos



Era un soleado día en el barrio de Ari, una niña de nueve años con una gran pasión por el dibujo. Pasaba horas en su habitación, creando mundos llenos de colores y personajes divertidos. Un día, mientras dibujaba una gran aventura en su cuaderno, algo mágico sucedió.

Ari se acercó al dibujo de un arco iris brillante, y, para su sorpresa, ¡se deslizó dentro del papel! Al abrir los ojos, se encontró en un mundo maravilloso, donde todo lo que había dibujado cobraba vida.

"¡Hola!" - gritó un conejo de pelaje blanco y suave, que llevaba una chistera muy peculiar. "Soy Rufus, el conejo de la suerte. Bienvenida, Ari!"

"¿Es real todo esto?" - preguntó Ari, con los ojos llenos de asombro.

"¡Claro que sí! Aquí todos los dibujos que haces tienen vida. Vení, te voy a presentar a mis amigos." - dijo Rufus emocionado.

Mientras Ari seguía a Rufus, se encontró con Ana, una oveja que llevaba un gorro de lana colorido y una bufanda a rayas.

"¡Hola, Ari! Soy Ana. Rufus nos contó todo sobre vos. ¡Qué felicidad tenerte aquí!" - dijo la oveja mientras saltaba de alegría.

Los tres amigos recorrieron el mundo de los dibujos: había árboles que daban caramelos, ríos de chocolate y montañas de cuentos. Ari se sintió en su elemento, rodeada de personajes que eran parte de su imaginación.

"¡Es increíble!" - dijo Ari mientras dibujaba un nuevo amigo, un dragón de colores brillantes. "¡No quiero regresar!"

Pero, con el paso del tiempo, Ari empezó a notar algo extraño: aunque la diversión era interminable, los personajes parecían un poco preocupados.

"¿Qué les pasa? “ - preguntó Ari.

Rufus, con seriedad, respondió: "Cuando pasas demasiado tiempo aquí, el mundo real se siente un poco triste. Tus amigos y familia también te extrañan."

Ana agregó: "Y, aunque este lugar es maravilloso, tus dibujos también necesitan volver a la tierra de donde vinieron. ¡Así podrán seguir inspirando a otros!"

Ari comprendió que, aunque le encantaba estar en el mágico mundo de sus creaciones, su hogar también necesitaba de ella. Ella sonrió.

"¡Tienen razón!" - exclamó Ari. "Mis amigos en el mundo real esperan mis dibujos. ¡Los llevaré conmigo!"

Rufus y Ana sonrieron aliviados.

"Entonces, hay una manera de volver. Solo tenés que dibujar un camino de regreso a casa." - dijo Rufus.

Ari se sentó, tomó su lápiz y comenzó a dibujar un mágico portal con colores deslumbrantes. El portal brilló intensamente y, en un abrir y cerrar de ojos, Ari sintió que estaba flotando hacia su realidad.

Cuando el brillo se desvaneció, Ari se encontró de nuevo en su habitación. Miró su cuaderno y vio que, aunque había regresado, los personajes de papirito aún estaban ahí, sonriendo y llenos de vida.

"Gracias, Rufus. Gracias, Ana. ¡Los extrañaré!" - dijo Ari, sintiéndose nostálgica pero feliz.

Antes de volver a su dibujo, Ari decidió compartir su aventura a través de su arte. Tomó los colores y comenzó a dibujar su increíble viaje, asegurándose de que todos quienes vieran sus dibujos pudieran vislumbrar un poco del mundo encantado que había descubierto.

Y así, a medida que compartía su arte con sus amigos y familiares, Ari se dio cuenta de que su imaginación no tenía límites y que siempre podría volver a ese mágico lugar cada vez que dibujara.

De esa manera, los personajes de sus sueños siempre vivirían en su lápiz, esperando la próxima aventura que vendría de su interior.

FIN.

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