Ariadna y el acrostico mágico



Era un día soleado en el tercer grado de la escuela primaria, y todos los niños estaban emocionados porque la maestra Belén había anunciado que cada uno iba a recitar un acróstico que habían escrito en clase. Ariadna, que siempre había sido buena en la escritura, sentía nervios pero también mucha expectativa.

"¡Hoy va a ser un gran día!", pensó Ariadna mientras jugaba con su lápiz.

El aula estaba llena de risas y murmullos mientras los compañeros de Ariadna se preparaban para sus presentaciones. La maestra Belén empezó a llamar a cada uno, y Ariadna no pudo evitar sentir cómo su corazón palpitaría con más fuerza cada vez que escuchaba su nombre.

Finalmente, llegó su turno. ¡Era su momento de brillar! Se levantó y fue hacia el centro del aula con una mezcla de orgullo y miedo.

"Voy a recitar un acróstico sobre mi amigo Mateo", dijo Ariadna, tomando aire.

"M de mágico, porque siempre hace magia cuando juega.

A de amigo, porque siempre está a mi lado.

T de talento, porque es muy bueno en el fútbol.

E de energía, porque siempre está lleno de energía y hace reír."

Todo parecía ir muy bien hasta que, al final, Ariadna confundió una palabra. En lugar de decir "E de entusiasmo", dijo "E de elefante". Instantly, un murmullo pasó por la clase.

"¡Elefante!" exclamó Benjamín, riendo a carcajadas.

Ariadna se sonrojó al instante. Sus mejillas se pusieron tan rojas como sus tortas de frutilla. No podía creer que se hubiera equivocado y que sus compañeros se rieran de ella. El nudo en su garganta la hizo sentir que quería desaparecer.

"¿Por qué hice eso?", se dijo a sí misma, tratando de contener las lágrimas.

La maestra Belén, notando su incomodidad, sonrió con amabilidad y dijo:

"Ariadna, todos cometemos errores. Lo que importa es que tuviste el valor de presentarte y compartir tu acróstico. ¡Eso es lo que cuenta!"

Pero Ariadna no estaba convencida. Se sentó de nuevo en su lugar, con los ojos llenos de lágrimas.

"¿Por qué me siento así?", se preguntaba.

Esa tarde, cuando llegó a casa, decidió confesarle a su mamá sobre lo que había ocurrido.

"Mamá, en la escuela recité un acróstico y me equivoqué. Todos se rieron de mí. Estoy tan avergonzada!"

Su mamá la miró tiernamente y la abrazó.

"Ariadna, los errores son parte de aprender. Todos se equivocan. Pero ¿sabes qué? Tus amigos también admiran tu valentía por haber compartido algo que creaste."

Ariadna, sintiéndose un poco más aliviada, decidió que no dejaría que un error la definiera. En lugar de eso, decidió hacer una presentación especial al día siguiente para demostrar a sus compañeros que podía compartir lo que había creado, no solo en un formato escrito, sino también como un proyecto de arte.

Al día siguiente, Ariadna llegó a la escuela con un gran cartel lleno de dibujos sobre la amistad y un nuevo acróstico que había escrito. Con el corazón latiendo fuertemente, se levantó nuevamente frente a su clase.

"Esta vez no voy a dar un acróstico, sino una presentación sobre cómo somos amigos, y lo importante que es tener amigos en nuestras vidas."

Su voz resonó en el aula, y esta vez todos sus compañeros la escucharon atentamente.

Con su cartel en mano, dijo:

"La amistad es...

M de mágico, porque siempre hay algo especial en tener amigos.

A de alegría, porque siempre se ríen juntos.

T de confianza, porque sé que siempre puedo contar con ellos.

E de apoyo, porque siempre están ahí en los buenos y malos momentos."

A medida que hablaba, vio una sonrisa en los rostros de sus compañeros. En lugar de risas burlonas, escuchó aplausos cuando terminó.

"¡Bravooo, Ariadna!" gritó Sofía.

Ariadna se sintió orgullosa y feliz. Al final del día, sus compañeros la abrazaron, y no podían dejar de elogiar su creatividad.

"¡Eras la mejor, Ariadna!" exclamó Benjamín, esta vez sonriendo y sin ningún asomo de burla.

Ariadna aprendió que todos se equivocan, y que eso está bien. Lo importante era seguir adelante y crecer a partir de esos errores. Así, con una nueva perspectiva, se sintió más fuerte y lista para seguir creando y compartiendo lo que amaba con sus amigos. Y desde ese día, nunca volvió a tener miedo de cometer errores, porque sabía que cada equivocación era una nueva oportunidad para aprender. Y así, Ariadna se volvió más segura de sí misma y se convirtió en una gran fuente de inspiración para sus compañeros de clase.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!