Ariadna y el Acrostico Mágico



Era un día soleado en la escuela primaria 'Los Arcoíris'. Los niños de tercer grado estaban emocionados porque su maestra, la Señora Diamantina, había prometido un juego especial. Era un juego de acrosticos. Ariadna, una niña curiosa con una gran imaginación, se relamió los labios, pensando en la divertida aventura que les esperaba.

"¿Están listos para crear y leer nuestros acrosticos?" - preguntó la Señora Diamantina con una sonrisa.

Los alumnos gritaron al unísono: "¡Sí!"

La maestra sonrió y comenzó a explicar: "Un acróstico es un poema donde las letras iniciales de cada línea forman una palabra. Hoy, quiero que lean sus creaciones en voz alta".

Ariadna sentía cómo un pequeño cosquilleo empezaba en su estómago. Hizo su acróstico sobre la palabra 'NUBE':

"Nadie me puede dar alegría como el cielo,

Uva que crece en el verano,

Bailar siempre es divertido,

Estrella que brilla en la noche".

"¡Bravo, Ariadna!" - exclamó la maestra. Su corazón se hinchó de orgullo.

Cuando llegó el turno de leer los acrosticos, Ariadna se levantó despacito desde su escritorio. Su amigo Martín le susurró al oído: "¡Sos una genia!" Ella simplemente sonrió.

Pero, en el fondo, sentía un nudo en el estómago. Cuando llegó el momento de leer, de repente olvidó cómo era su acróstico. En lugar de recordar lo que había escrito, comenzó a balbucear un montón de palabras sin sentido.

"El... eh... ¡Nabo! ¡Eso no es!" - gritó, confundida. La clase empezó a reírse, no de forma cruel, pero aún así, le ardían las mejillas de vergüenza.

La señora Diamantina acercó su voz suave y comprensiva: "Ariadna, está bien. Todos cometemos errores. Lo importante es aprender de ellos. ¿Querés intentarlo de nuevo?"

Ariadna sintió que las lágrimas amenazaban con asomarse a sus ojos. "No, no quiero. Me equivoqué y me da mucha vergüenza" - respondió, sintiéndose pequeña.

"Te entiendo, pero a veces los errores son puertas que nos llevan a nuevos rincones de nuestra propia creación. Ven, sentate un momento conmigo" - dijo la maestra, mientras la invitaba a un rincón tranquilo del aula.

Ariadna la siguió, algo confundida. La maestra le preguntó: "¿Qué sientes al leer tus palabras?"

"Me siento feliz porque me gusta escribir... pero da miedo mostrarlo" - confesó Ariadna.

"Entonces, vamos a cambiar esa sensación en algo nuevo. ¿Qué tal si hacemos una ronda de aplausos para vos?"

Ariana movió los ojos, insegura.

"Pero... no leí bien" - se quejó.

"Eso no importa. Lo que importa es que lo intentaste. Además, algunos de mis acrosticos eran pésimos al principio, y ahora son dignos de un libro. ¿Comenzamos?" - dijo la maestra riendo.

Así, en lugar de una crítica, sus compañeros comenzaron a aplaudir de forma entusiasta, animando a Ariadna. Un aplauso sincero es lo que mejor le vino a su pequeño corazón, y aunque le salió un poco tembloroso, se sintió un poco mejor.

"¡Vamos, Ariadna! Intentá de nuevo. Estamos juntos en esto" - dijo Martín, el primero en alzar sus manos.

Ariadna respiró hondo. "Está bien. Voy a pensar en una palabra nueva" - respondió.

De repente, se le ocurrió una palabra mágica: 'AMIGOS'. Con cada letra, fue surgiendo el acróstico:

"A veces estamos lejos,

Miro hacia el cielo,

Ideas que compartimos,

Gritamos de alegría,

Os mostramos como somos."

Terminó su lectura, y el aula estalló en aplausos. Las risas ahora eran de aliento, y esa vergüenza que había sentido se transformó en un rayo de luz.

"¡Muy bien, Ariadna! ¡Ese es el espíritu!" - celebró la maestra Diamantina.

Esa experiencia enseñó a Ariadna que errar no era algo malo, y que la verdadera valentía se encontraba en levantarse y seguir adelante.

Desde entonces, al ver un acróstico, Ariadna ya no sentía miedo. En lugar de eso, recordaba que cada palabra que compartimos puede ser un puente que nos acerca a otros. Cada error, una lección. Y así, con su nueva postura, comenzó a inspirar a otros a compartir sus propias letras, dejándoles un mensaje que llevarían en el corazón: "No tengan miedo de intentar, porque siempre habrá un lugar para aprender y brillar juntos".

Y así, las clases de la señora Diamantina continuaron llenas de risas, creatividad, y, por supuesto, muchos acrosticos mágicos.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!