Ariadna y el jardín de dulces



Había una vez en un tranquilo barrio de Buenos Aires, una niña llamada Ariadna que ya era muy grande para usar chupete.

Sus padres le habían explicado que era momento de dejarlo, pero a ella le costaba mucho trabajo despedirse de su querido chupete. Una noche, mientras Ariadna dormía plácidamente, un destello iluminó su habitación y apareció el hada de los chupetes.

Era una hadita pequeñita y brillante, con alas del color del arcoíris y una varita mágica llena de estrellitas. "- ¡Hola, Ariadna! Soy el hada de los chupetes y he venido para ayudarte a despedirte de tu chupete", dijo el hada con voz dulce.

Ariadna se despertó sobresaltada y sorprendida al ver al hada en su habitación. Al principio sintió un poco de miedo, pero luego la curiosidad ganó sobre ella. "- ¿De verdad eres un hada? ¿Y qué quieres hacer con mi chupete?", preguntó Ariadna con timidez.

El hada sonrió y explicó: "- Quiero plantar tu chupete en este jardín mágico para que puedas crecer fuerte y valiente. A cambio, te daré algo especial. "Sin pensarlo dos veces, Ariadna aceptó la propuesta del hada.

Juntas salieron volando por la ventana hacia un hermoso jardín lleno de colores y aromas deliciosos. El hada tomó el chupete de Ariadna y lo plantó en la tierra fértil. A medida que pasaban los minutos, algo increíble comenzó a suceder.

Del lugar donde estaba enterrado el chupete empezaron a brotar flores brillantes y coloridas. Pero no eran flores comunes; eran ¡chucherías! Chocolates, caramelos, gomitas y todo tipo de golosinas dulces adornaban el jardín. Ariadna no podía creer lo que veía.

Estaba maravillada por la magia del hada y muy emocionada por todas las delicias que tenía frente a ella. "- ¡Gracias, gracias! ¿Puedo comerlas todas?", preguntó Ariadna emocionada.

El hada rió con ternura y respondió: "- Por supuesto, pero recuerda que estas golosinas son especiales. Cada vez que comas una estarás recordando lo valiente que fuiste al dejar tu chupete atrás. "Ariadna asintió con alegría y comenzó a probar las diferentes chucherías mientras el hada observaba satisfecha.

Desde ese día en adelante, Ariadna nunca más extrañó su chupete porque sabía que había crecido tanto como las flores dulces en aquel jardín mágico.

Y así fue como gracias al hada de los chupetes, Ariadna aprendió a superar sus miedos y a disfrutar cada etapa nueva de su vida con valentía y alegría.

FIN.

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