Ariadna y el Misterio de la División



Era un hermoso día soleado en la escuela del barrio. En la clase de cuarto grado, todos los niños estaban ansiosos por aprender algo nuevo. La maestra Diamantina, conocida por su manera divertida de enseñar, entró al aula con una gran sonrisa.

"¡Buenos días, chicos! Hoy vamos a aprender a dividir. ¿Quién está emocionado?" - preguntó la maestra Diamantina, levantando los brazos enérgicamente.

"¡Yo!" - gritaron al unísono muchos de los niños. Sin embargo, Ariadna, una niña con grandes gafas y una notebook siempre a mano, miró a sus compañeros con duda.

"¿Dividir? Es complicado..." - murmuró Ariadna, mientras sus amigos se reían y hablaban sobre lo que habían aprendido la semana anterior.

La maestra, al notar la preocupación en el rostro de Ariadna, se acercó a ella.

"Ariadna, no hay nada que temer. ¡Dividir es como repartir caramelos! ¿Te gusta la idea?" - dijo Diamantina, sacando una bolsa llena de caramelos de su bolso.

Ariadna, intrigada, asintió con la cabeza y sonrió un poco.

"Sí, me gustan los caramelos. Pero... ¿cómo se hace, maestra?" - preguntó.

"Te lo explicaré. Imaginemos que tenemos 12 caramelos y queremos compartirlos entre 3 amigos. ¿Cuántos caramelos le tocan a cada uno?" - propuso Diamantina, mientras distribuyó los caramelos sobre el escritorio.

Los demás niños comenzaron a contar.

"¡Cada uno recibe 4 caramelos!" - exclamó Tomás, un compañero de Ariadna.

"¡Exactamente! Entonces, 12 dividido por 3 es igual a 4" - dijo la maestra, sonriendo. "¿Ves? ¡No es tan difícil!".

Ariadna empezó a sentir que había algo especial en la división. La maestra Diamantina notó un brillo en los ojos de Ariadna, así que decidió hacer un juego de roles.

"Vamos a hacer una pequeña competencia. Dividiremos a la clase en equipos y cada equipo tendrá que resolver un problema de división, ¡y el que lo haga primero ganará caramelos!" - anunció la maestra.

Los niños se agruparon rápidamente, y Ariadna se unió a Tomás y Lucía. El primer problema era dividir 24 juguetes entre 6 niños.

"¡Yo sé!" - gritó Ariadna, emocionada. "24 entre 6 es 4. ¡Cada uno recibe 4 juguetes!"

"¡Bien hecho!" - aplaudió Tomás. "Sos una genia, Ariadna. ¡Nunca pensé que podría ser tan fácil!"

A medida que avanzaban en la competencia, Ariadna comenzó a recordar las cosas que la maestra Diamantina les decía sobre dividir. Empezó a mirar la división como un juego, y cada problema se convirtió en un nuevo desafío.

De repente, al llegar al desafío final:

"Este es el más difícil de todos. Dividir 81 pasteles entre 9 amigos en una fiesta de cumpleaños. ¿Cuántos pasteles le tocan a cada uno?" - anunció la maestra, con una mirada juguetona.

No obstante, esta vez los niños se quedaron en silencio, dudosos.

"Lo sé. ¡Lo sé!" - gritó Ariadna, levantando la mano. "81 dividido por 9 es… 9 pasteles para cada uno!"

Los demás murmuran entre ellos, un poco confundidos, pero Diamantina estaba sorprendida.

"¡Exactamente! ¡Un aplauso para Ariadna!" - dijo la maestra, mientras todos los niños la aplaudían.

Ariadna se sintió orgullosa y, por primera vez, no sintió miedo de la división.

"Gracias, maestra. Nunca pensé que dividir sería tan divertido, como un juego para compartir cosas. ¿Podemos hacer más juegos de división?" - preguntó.

"Claro que sí, Ariadna. Aprender puede ser muy divertido si encontramos la manera de disfrutarlo" - le respondió Diamantina, con una sonrisa.

Desde ese día, Ariadna se convirtió en una experta en división, ayudando a sus amigos y mostrándoles que dividir no solo se trataba de números, sino también de compartir y colaborar.

La maestra Diamantina se sintió feliz de haber inspirado a Ariadna y a sus compañeros, y el aula se llenó con risas y alegría, cada vez que la división se convirtió en una nueva aventura de aprendizaje. Y así, todos comprendieron que a veces, lo más complicado puede volverse fácil y divertido, solo si encontramos la lógica del juego y la colaboración entre amigos.

FIN.

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