Ariadna y Eli
Había una vez dos amigas llamadas Ariadna y Eli, que vivían en un pequeño pueblo cerca del mar. A ellas les encantaba pasar tiempo juntas explorando la playa y descubriendo nuevas aventuras.
Un día, mientras paseaban por la orilla del mar, encontraron un caracol enorme con hermosos colores brillantes. Se emocionaron tanto que decidieron llamarlo —"Carlitos" . Desde ese momento, buscar caracoles se convirtió en su actividad favorita.
Cada mañana, Ariadna y Eli salían temprano a la playa con sus baldes y palas en busca de nuevos amigos caracoles. Se agachaban cuidadosamente para examinar cada rincón de arena y rocas, buscando pistas de dónde podrían estar escondidos.
"¡Mira Eli! ¡Encontré uno!"- exclamó Ariadna emocionada mientras sostenía un pequeño caracol en su mano. "Es muy lindo Ariadna. ¿Qué tal si lo llevamos al agua para que pueda nadar?"- sugirió Eli.
Así fue como comenzaron a recolectar los caracoles que encontraban y los llevaban al agua para liberarlos. Ambas sabían que los caracoles necesitaban el océano para sobrevivir y no querían hacerles daño ni llevarlos lejos de su hogar natural. Un día, mientras caminaban por la playa como siempre lo hacían, algo inesperado ocurrió.
Encontraron una caja abandonada junto a las rocas. La abrieron con curiosidad y se sorprendieron al descubrir que estaba llena de hermosos collares hechos con almejas de mar. "¡Oh, Ariadna! ¡Son tan bonitos!"- exclamó Eli con entusiasmo.
"Sí, pero creo que alguien los dejó aquí por alguna razón. Tal vez sea importante para ellos"- respondió Ariadna pensativa. Decidieron llevar la caja a la policía local para ver si alguien había reportado algo perdido.
Resultó que los collares habían sido olvidados por una señora mayor llamada Doña Rosa. La señora estaba muy triste porque esas joyas tenían un gran valor sentimental para ella.
Agradecida por el gesto de Ariadna y Eli, Doña Rosa les regaló dos collares cada una como muestra de su gratitud. Las niñas estaban emocionadas y felices de haber ayudado a alguien en necesidad.
Desde aquel día, Ariadna y Eli aprendieron una valiosa lección: siempre debemos cuidar y respetar la naturaleza, así como también ayudar a las personas cuando lo necesiten. Además, descubrieron que no era necesario tener cosas materiales para ser felices; lo más importante es compartir momentos especiales con amigos y familiares.
Y así, continuaron disfrutando de sus aventuras en la playa, buscando caracoles y creando recuerdos inolvidables juntas. Siempre recordaron el día en que encontraron los collares perdidos y cómo eso les enseñó sobre el valor del respeto hacia los demás y el amor por la naturaleza.
FIN.