Ariel, el perrito valiente
Había una vez un perrito llamado Ariel. Era un simpático mestizo de lanita blanca, que había pasado la mayor parte de su vida en una casa con unos dueños muy cariñosos. Pero con el tiempo, Ariel fue envejeciendo, sus patas ya no eran tan rápidas como antes y su hocico comenzó a volverse gris. Sus dueños, que una vez le habían dado tanto amor, comenzaron a preocuparse por los gastos del veterinario y, poco a poco, su cariño se fue desvaneciendo.
Un día, Ariel se despertó y notó que algo estaba diferente. Había un silencio extraño en la casa. "¿Mami? ¿Papi?"- ladró con su suave voz, pero no hubo respuesta.
Desesperado, decidió explorar. Cuando llegó al jardín, vio una caja vacía de cartón en la entrada. Había una nota que decía: "Ariel, te dejamos porque ya no puedes correr como antes. Te deseamos lo mejor". Ariel sintió su corazón hacerse chiquito. "No, no, no... no puedo creerlo"- pensó, y empezó a llorar.
Sin saber qué hacer, Ariel comenzó a caminar. Avanzó por la vereda, con las lágrimas rodando por su pelaje. Pronto se dio cuenta de que no estaba solo. En el parque, conoció a una perra de patas largas y sonrisa brillante llamada Lila.
"¿Qué te pasó?"- le preguntó Lila, con inquietud.
"Me dejaron, ya no me quieren"- respondió Ariel, con voz triste.
"No llores, ven conmigo. Aquí en el parque siempre hay alegría"- dijo Lila, moviendo la cola como una banderita de felicidad.
Lila llevó a Ariel a un rincón del parque donde otros animales se reunían para jugar. Era un lugar lleno de color y risas. Ariel, aunque primero se sintió un poco tímido, decidió unirse. ¡Cuánto tiempo había pasado desde que había corrido y jugado!
Mientras jugaban, Ariel empezó a hacer nuevos amigos: un gato llamado Samuel que siempre encontraba cosas interesantes y una tortuga llamada Tomás que le enseñaba a ser paciente.
Un día, en medio de una partida de escondidas, Lila le dijo a Ariel: "Voy a la tienda de golosinas, ven con nosotros"-.
"No sé si tengo dinero"- se preocupó Ariel, ya que no tenía nada.
"No importa, ¡la amistad no se mide por dinero!"- le respondió Lila. Y juntos fueron a la tienda.
Al llegar, Ariel observó cómo Lila y Samuel compraban chuches y golosinas. De repente, una niña entró con su mamá y se quedó mirando a Ariel con ternura. "¡Mira, mami! ¡Ese perrito es tan lindo!"- exclamó. Y la mamá sonrió, acercándose a acariciarlo.
Ariel sintió un cosquilleo en el estómago, esa sensación de ser querido.
La niña, llamada Sofía, le dio una galleta. "¡Toma, Ariel!"- gritó llena de alegría. Ariel, aunque no podía correr tan rápido como antes, se sintió como un cachorro de nuevo. "Muchísimas gracias, Sofía"- ladró con emoción.
Desde aquel día, Ariel y Sofía se hicieron amigos inseparables. La niña siempre venía al parque a buscarlo, y juntos inventaban juegos nuevos. Ariel se dio cuenta de que aunque había perdido a su antigua familia, había encontrado un nuevo hogar en la amistad.
Una tarde, cuando todos los amigos estaban reunidos, Lila le dijo a Ariel: "Mirá, te hemos dado un nuevo nombre: Ariel, el valiente. Siempre encuentras una forma de levantarnos el ánimo, y eso es lo que hace un verdadero amigo"-. Todos comenzaron a aplaudir.
Narrador: Ariel ya no se sentía solo ni triste. Había aprendido que, aunque la vida puede dar giros inesperados, siempre hay segundas oportunidades. Así, rodeado de nuevos amigos y un corazón lleno de amor, Ariel supo que era posible ser feliz nuevamente. Y cada día, con su cola moviéndose llena de alegría y valentía, salió a explorar cada rincón del parque, recordando que el amor se encuentra donde menos se espera!
Y así fue como Ariel continuó su aventura, disfrutando de cada día, valiente como siempre.
Fin.
FIN.