Ariel Ismael y la Fiesta de la Laguna
Había una vez un niño llamado Ariel Ismael que vivía en la comunidad Laguna Prieta, un pequeño y colorido lugar rodeado de naturaleza. Ariel era un chico curioso y juguetón, con una sonrisa amplia y un corazón lleno de sueños. Siempre pasaba su tiempo explorando los alrededores o jugando con sus amigos en la orilla de la laguna.
Un día, mientras caminaba por la orilla, se encontró con una anciana que parecía perdida. Su cabello era blanco como la nieve y su rostro estaba surcado por arrugas que contaban historias de un pasado lejano.
"Hola, niño. ¿Podrías ayudarme? Estoy buscando el camino de vuelta a casa", dijo la anciana con una voz suave.
"Por supuesto, señora. ¿De dónde viene?", preguntó Ariel.
"Vengo del pueblo de las Mariposas, donde las flores nunca dejan de bailar con el viento. Pero me perdí mientras disfrutaba del paisaje", explicó.
Ariel decidió ayudarla. Juntos caminaron por la laguna, buscando cualquier pista que los guiara de vuelta. En el camino, la anciana le contó a Ariel sobre las épocas en que la comunidad celebraba la Fiesta de la Laguna, un evento lleno de música, danza y colores.
"En esa fiesta, todos los habitantes se reunían para celebrar la amistad y la unión. ¿Sabías que las estrellas iluminaban la laguna como si fueran mil faros?", dijo la anciana.
"¡No! Nunca he oído hablar de esa fiesta. ¿Podemos hacerla de nuevo?", preguntó Ariel, emocionado.
"Si tú lo decides, nada es imposible", respondió la anciana con una sonrisa.
Ariel sabía que esta era su oportunidad de hacer algo especial. Regresó a su casa y comenzó a contarles a todos los amigos sobre la fiesta.
"¡Chicos, vamos a hacer la Fiesta de la Laguna!", exclamó Ariel.
"Pero, ¿cómo? No tenemos dinero para organizar una fiesta", dijo su mejor amiga, Lila.
"No necesitamos dinero. Solo necesitamos nuestras ganas de festejar y la ayuda de todos", contestó Ariel.
Y así fue. Con la ayuda de todos los vecinos, comenzaron a planear. Algunos trajeron comida, otros decoraciones y otros se ofrecieron a tocar instrumentos. Ariel se encargó de hacer carteles que invitaran a la comunidad.
Día a día, el entusiasmo crecía. Cuando llegó el día de la fiesta, la laguna estaba llena de vida. Los árboles estaban adornados con cintas de colores y luces que iluminaban la tarde.
"¡No puedo creerlo! Miren cómo brilla todo", dijo uno de los chicos de la comunidad.
"Todo esto es posible gracias a nuestro esfuerzo. ¡Vamos a bailar!", gritó Ariel emocionado.
La música resonaba y todos comenzaron a bailar y reír. La anciana de las Mariposas, que había estado observando en silencio, finalmente se acercó.
"Has hecho un gran trabajo, Ariel. Has unido a la comunidad con tu alegría", dijo.
"No lo hice solo, lo hicimos todos juntos", respondió Ariel modestamente.
Esa noche, bajo el cielo estrellado, la laguna brillaba como nunca antes. Ariel comprendió que la verdadera magia sucedía cuando las personas se unían con un propósito. La anciana lo miró con orgullo y le dijo:
"La amistad y el trabajo en equipo son el tesoro más valioso que podemos tener. Siempre recuérdalo, Ariel Ismael".
Desde esa noche, la Fiesta de la Laguna se convirtió en una tradición, y cada año, la comunidad se unía para celebrar la amistad, la música y la unión. Y así, el niño Ariel Ismael aprendió que, aunque parezca imposible, con el corazón lleno de determinación y la ayuda de los demás, los sueños pueden volar tan alto como las estrellas. Y, sobre todo, que los lazos de la comunidad son lo que hace brillar a la Laguna Prieta.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.