Arlet y sus plantas



Era una mañana soleada en el barrio de Arlet. Ella era una niña muy responsable que siempre se ocupaba de sus tareas. Tenía un pequeño jardín lleno de plantas que cuidaba con esmero. Cada día, regaba las plantas, les hablaba y se aseguraba de que estuvieran bien. Sin embargo, una mañana, mientras se preparaba para ir a la escuela, se distrajo pensando en su examen de matemáticas y, sin darse cuenta, se olvidó de regar sus plantas.

Al regresar de la escuela, Arlet se dio cuenta de que las hojas estaban marchitas y tristes.

- “Oh no, mis pobres plantas, ¿qué les ha pasado? ” -exclamó Arlet con preocupación, mientras se agachaba para tocar la tierra seca.

Recordó que ese día había estado tan enfocada en sus estudios que se había olvidado completamente de sus responsabilidades. Se sintió muy mal y pensó en lo mucho que le gustaba cuidar de su jardín.

- “¡No puede ser! Siempre las cuido, ¡no puedo dejar que eso vuelva a pasar! ” -dijo Arlet, mientras veía cómo algunas de las hojas se volvían amarillas.

Arlet decidió que no quería que sus plantas sufrieran por su descuido. Se sentó en el suelo y pensó en una manera de no volver a olvidar sus responsabilidades.

- “¿Qué puedo hacer para recordar regarlas? ” -se preguntó.

Entonces, se le ocurrió una idea brillante. Sacó su caja de colores y comenzó a dibujar un calendario en una hoja grande de papel. Empujó su frustración y se concentró en crear un recordatorio visual.

- “¡Listo! Cada día de la semana tendrá su propio color, y pondré una carita feliz para cuando las riegue” -sonrió Arlet, emocionante por su nuevo plan.

A partir de ese día, Arlet siguió su nuevo calendario. Se organizaba mejor y no solo regaba sus plantas, sino que también se dedicaba a aprender más sobre ellas.

Pasaron las semanas y su jardín comenzó a florecer. Cada semana, le contaba a sus amigos sobre cómo estaban creciendo sus plantas, y ellos se interesaron en ayudarla.

- “¡Hey, Arlet! ¿Podemos venir a ayudarte a regar las plantas? ” -preguntó su amiga Lila un día.

- “¡Claro! Cuantos más seamos, ¡mejor! ” -contestó Arlet sonriendo. Arlet se dio cuenta de que compartir su responsabilidad también la hacía más divertida.

Un día, mientras regaban el jardín, sus amigos le dijeron:

- “Arlet, gracias por enseñarnos sobre tus plantas. Nunca pensamos que cuidar un jardín podía ser tan divertido.”

- “¡Sí! Nunca me imaginé que regar plantas podría unirnos tanto a todos” -agregó Tobi, otro de sus amigos.

Arlet se sintió muy feliz. No solo había aprendido a ser más responsable, sino que también había podido involucrar a sus amigos en su pasión.

Un even ider Antonio, el jardinero del barrio, la visitó y se dio cuenta del espléndido jardín que había creado junto a sus amigos.

- “Veo que tus plantas están llenas de vida, Arlet. Te felicito por tu dedicación” -dijo Antonio con una sonrisa.

- “Gracias, Antonio. He aprendido que ser responsable incluye cuidar a los que nos rodean y compartir. ¡Así todo crece mejor! ” -respondió Arlet, radiante.

El jardín colorido de Arlet se volvió un lugar de encuentro para todos los chicos del barrio, donde juntos aprendían sobre flores, y plantas, y compartían buenos momentos.

A partir de ese día, Arlet nunca volvió a olvidar sus responsabilidades, ni dejar de enseñar a sus amigos sobre el arte de cuidar las plantas. Y así, el pequeño jardín se convirtió en un símbolo de amistad y responsabilidad.

Arlet se dio cuenta de que ser responsable no solo era cuidar de uno mismo, sino también ayudar a los demás. Y eso la hizo más feliz que nunca.

FIN.

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