armonía en el Olimpo



Había una vez en la antigua Grecia, un dios muy poderoso llamado Zeus. Zeus era el rey de todos los dioses del Olimpo y gobernaba con sabiduría y justicia.

Un día, mientras paseaba por las nubes en su carro tirado por caballos alados, Zeus escuchó un ruido extraño que provenía de una montaña cercana. Intrigado, se acercó volando hacia la montaña y descubrió que el ruido venía de una cueva oculta en lo más profundo de la roca.

Con curiosidad, Zeus entró en la cueva y se encontró con una sorpresa increíble: ¡todos los demás dioses del Olimpo estaban allí reunidos!"¡Hermanos y hermanas! ¿Qué están haciendo aquí tan lejos del Olimpo?" -preguntó Zeus asombrado.

Hera, la esposa de Zeus y diosa del matrimonio, se adelantó y explicó que habían decidido hacerle una visita sorpresa a su esposo para pasar tiempo juntos como familia. "¡Qué hermosa sorpresa!" -exclamó Zeus emocionado-.

"Pero debemos tener cuidado de no ser descubiertos por los humanos. El Olimpo es nuestro hogar, y debemos regresar antes de que nos extrañen".

Los demás dioses asintieron con solemnidad, pero antes de que pudieran emprender el regreso al Olimpo, un estruendo resonó en la cueva y las paredes comenzaron a temblar. De repente, apareció Hades, el dios del inframundo, con una mirada sombría en sus ojos.

"¿Qué hacen aquí arriba sin mi permiso?" -gruñó Hades con voz grave. Zeus explicó rápidamente la situación e invitó a Hades a unirse a ellos en su visita sorpresa. A regañadientes, Hades aceptó y juntos los dioses continuaron explorando la montaña.

Mientras caminaban por senderos empinados y bosques frondosos, encontraron criaturas mágicas y paisajes impresionantes. Hermes jugueteaba con sus alas doradas mientras Artemisa cazaba con su arco plateado. Atenea examinaba antiguas ruinas mientras Apolo entonaba melodías celestiales con su lira dorada.

De repente, llegaron a un claro donde se alzaba un majestuoso árbol centenario. En lo alto del árbol brillaba una manzana dorada tan resplandeciente que iluminaba todo el bosque. "¡La manzana de la discordia!" -exclamaron los dioses al unísono.

Justo cuando estaban por tomarla para evitar conflictos futuros entre ellos (como había ocurrido años atrás), apareció Afrodita radiante entre las ramas del árbol. "Deténganse mis queridos hermanos", dijo Afrodita con calma-. "No necesitan esa manzana para mantener la armonía entre ustedes.

La verdadera paz viene del amor mutuo y el respeto por nuestras diferencias". Los dioses reflexionaron sobre las palabras sabias de Afrodita y comprendieron que no necesitaban objetos mágicos para mantener su unidad como familia divina.

Con renovada alegría en sus corazones, los dioses regresaron al Olimpo juntos, fortalecidos por su vínculo fraternal y listos para enfrentar cualquier desafío que el destino les tuviera preparados.

Desde ese día en adelante recordaron siempre que lo más importante era estar unidos como familia divina sin importar las circunstancias adversas. Y así vivieron felices por siempre jamás.

FIN.

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