Asbel y el Misterio del Dolor de Muela
Érase una vez un niño llamado Asbel, que vivía en un pequeño pueblo con su mamá, que siempre se preocupaba por él. Asbel era conocido por ser un niño travieso y divertido. Pero había algo que le encantaba más que jugar: ¡comer dulces! Desde golosinas de colores hasta tortas llenas de crema, su pasión por los dulces era el tema favorito de los adultos en la casa.
Una tarde, mientras su mamá hacía la compra, Asbel se escabulló y entró a la tienda de golosinas que había en la esquina. El aroma de caramelos y chocolates lo llenó de alegría.
"¡Hola, señor caramelero!" - saludó Asbel, con una sonrisa de oreja a oreja. "Hoy quiero todo lo más delicioso que tengas."
"¡Claro que sí, Asbel!" - respondió el caramelero, mientras veía cómo el niño llenaba su bolsillo con todos los dulces que podía. "Pero recuerda, no es bueno comer demasiado."
Asbel solo pensó en lo rico que iba a estar todo, así que no le hizo caso. Esa noche, antes de irse a dormir, decidió comerse todas las golosinas que había comprado.
"¡Soy un experto en dulces! No pasa nada si me como un poquito más" - se decía a sí mismo mientras saboreaba un caramelo, seguido de un chocolatito.
Sin embargo, al día siguiente, Asbel despertó con un intenso dolor de muela. Fue corriendo a buscar a su mamá, que se encontraba en la cocina.
"¡Mamá, me duele mucho la muela!" - gritó Asbel, mientras se tapaba la boca.
"¿Qué hiciste, Asbel?" - le preguntó su mamá, mientras lo miraba preocupada. "¿Comiste esos dulces de más?"
"Sólo un poquito más, ¡pero están tan ricos!" - se justificó Asbel.
La mamá de Asbel lo llevó al dentista, donde se encontró con la doctora María, una mujer amable y con una sonrisa brillante.
"Hola, Asbel. ¿Qué te trae por aquí?" - le preguntó la doctora mientras revisaba su boca.
"Me duele mucho la muela, doctora." - respondió el niño, sintiéndose un poco avergonzado.
"¿Y has estado comiendo muchos dulces?" - preguntó con una ceja arqueada.
Asbel asintió lentamente, sabiendo que había cometido un error.
"Te voy a hacer un tratamiento para aliviar el dolor, pero quiero que entiendas algo muy importante, Asbel. Los dulces son deliciosos, pero si los comes en exceso, pueden perjudicar tus dientes."
Asbel escuchó atentamente. La doctora continuó explicándole cómo cuidar sus dientes y mantener una dieta balanceada.
"Así que, Asbel, lo mejor es comer dulces de vez en cuando y cepillarte bien los dientes cada vez que los comas."
El niño prometió que lo haría. Después de su visita al dentista, Asbel se sintió un poco mejor, pero sabía que debía tener cuidado con los dulces. A partir de ese día, decidió cumplir su promesa.
Otros días, siguió comportándose como un niño travieso, pero ahora incluía frutas en su merienda. Jugaba con sus amigos al aire libre y les contaba lo que había aprendido sobre cuidar los dientes.
"Chicos, ¿sabían que comer muchas golosinas puede dañar los dientes?" - les decía mientras compartía una manzana. "Es mejor comer dulce a veces, ¡pero siempre comer frutas y verduras!"
Sus amigos lo miraban sorprendidos y comenzaron a interesarse en cuidar sus dientes también. Asbel se convirtió en un pequeño embajador de la salud dental entre sus amigos.
Pasaron los días, y lo que comenzó como un dolor de muela se transformó en una gran lección. Asbel entendió que podía disfrutar de los dulces, pero con moderación y cuidando siempre su sonrisa. Al final, fue más travieso de una manera divertida y responsable.
Y así, Asbel, el niño travieso que amaba los dulces, aprendió una gran lección: la verdadera diversión está en balancear lo que más quieres.
FIN.