Atrapado en la Red
En un pequeño pueblo de Argentina vivía un joven llamado Fernando, que tenía una pasión desbordante por el voleibol. Sus amigos lo llamaban —"Ferna" y siempre lo encontraban entrenando en la playa, levantando palas improvisadas como si fuesen balones. Su sueño era ser parte de la selección profesional de voleibol.
Un día, mientras practicaba, un famoso entrenador, el profesor Diego, pasó por allí y se detuvo a observar.
"¡Ese chico tiene talento!", murmuro para sí mismo.
Al ver la dedicación de Fernando, decidió hablarle.
"Hola, pibe, soy el profesor Diego. ¿Te gustaría unirte a un entrenamiento de prueba para la selección?"
Fernando, emocionado, no podía creerlo.
"¿Yo? ¡Sería un honor!"
Se preparó con muchas ganas y, tras semanas de trabajo duro, llegó el día de la prueba. Fernando se sintió nervioso pero emocionado al mismo tiempo. Su familia y amigos lo apoyaron.
El entrenamiento comenzó con una serie de juegos y ejercicios. Fernando se esforzó al máximo, dando saltos impresionantes y enviando el balón más allá de los límites. El profesor Diego estaba impresionado.
"¡Muy bien, Fernando! Tienes un estilo único. Sigue así."
Sin embargo, en un momento de la prueba, Fernando tuvo un accidente. Al intentar hacer un remate acrobático, cayó al suelo y torció un poco su tobillo. La sala quedó en silencio.
"¿Estás bien, Ferna?", preguntó su mejor amigo Tomás, preocupado.
Fernando, aunque dolido, no quería rendirse.
"Sí, solo necesito un momento. ¡Voy a continuar!"
Pero a medida que la prueba avanzaba, se dio cuenta de que no podía dar lo mejor de sí. El dolor lo hacía dudar. Y para su desilusión, el profesor Diego no lo incluyó en el equipo final.
"Lo siento, Fernando. Necesitas cuidarte y volver más fuerte", le dijo el profesor con compasión.
Fernando no entendía. Creía que había fallado y que su sueño se había desvanecido. Se sentó en la playa, triste y desanimado, observando a otros jugadores divertirse.
"Nunca podré ser parte de la selección", se lamentó.
Entonces, una anciana que caminaba por la playa se acercó a él.
"Te veo triste, joven. ¿Te gustaría compartir por qué?"
Fernando le contó su historia. La anciana sonrió y le dijo:
"Sabés, los grandes atletas no solo son aquellos que tienen éxito de inmediato. Lo importante es levantarse cada vez que caes. Aprende de esta experiencia y busca maneras de mejorar."
Fernando reflexionó sobre sus palabras y se dio cuenta de que podría usar el tiempo para fortalecer su juego y recuperar su confianza.
"Tenés razón. No dejaré que un tropiezo me detenga", decidió.
Comenzó a entrenar en casa, y con la ayuda de su familia y amigos, incluso inventó nuevos ejercicios para fortalecer su tobillo. Después de varias semanas, se sintió listo para intentarlo otra vez.
Regresó a la misma cancha donde había sido rechazado. Con más determinación que nunca, se presentó a otra prueba. El profesor Diego, sorprendido al ver su perseverancia, lo animó a dar lo mejor de sí.
La prueba fue un éxito, y esta vez Fernando brilló con cada jugada.
"¡Eso es! ¡Así se hace!", gritó el profesor Diego, entusiasmado.
Finalmente, después de una intensa selección, Fernando recibió la noticia que tanto había esperado.
"¡Felicidades, Fernando! Eres parte de la selección juvenil de voleibol!"
Llanto de alegría invadió su rostro.
"¡Gracias! No me rendiré y trabajaré aún más!"
Con esfuerzo y valentía, Fernando aprendió que los tropiezos son solo parte del camino hacia el éxito. Su historia se convirtió en un ejemplo para todos en su pueblo, enseñándoles que lo importante no es nunca rendirse, incluso cuando las cosas se ponen difíciles.
Y así, el joven que soñaba con ser un gran jugador de voleibol no solo alcanzó su meta, sino que inspiró a otros a perseguir sus propios sueños, sin importar los obstáculos. Porque a veces, caer es solo el primer paso para levantarse más fuerte.
Fernando continuó su viaje en el voleibol, y cada vez que se sentía desanimado, recordaba las palabras de la anciana y la sonrisa de sus amigos en las gradas. ¡Porque los verdaderos campeones nunca se rinden!
FIN.