Atrapados en el jardín


Era un hermoso día de sol y Basti estaba muy emocionado porque iba a ir al jardín con sus padres.

Mamá y papá lo ayudaron a ponerse su mochila con todas las cosas que necesitaba para el día: la colación, su botella de agua, una muda de ropa y sus juguetes favoritos. - ¡Vamos! -dijo mamá mientras abría la puerta del auto. Basti corrió hacia el asiento trasero y se subió en él.

Papá manejaba el auto mientras mamá iba sentada al lado de Basti. El camino era largo, pero Basti no se aburría gracias a los juegos que mamá le proponía durante el viaje. Después de un rato, llegaron al jardín.

Había muchos niños corriendo y jugando en el patio, algunos llorando por extrañar a sus padres. - Hola, soy la Seño Ana. ¿Cómo te llamas? -preguntó la maestra del jardín mientras saludaba a cada uno de los niños.

- Yo soy Basti -respondió tímidamente. Mamá y papá lo acompañaron hasta su sala donde había muchos juguetes nuevos para jugar.

La Seño Ana les explicó las reglas del jardín: cómo compartir los juguetes, cómo lavarse las manos antes de comer y cómo pedir permiso para ir al baño. Basti estaba feliz jugando con sus nuevos amigos del jardín cuando escuchó un fuerte ruido afuera. Al asomarse por la ventana vio que había llovido mucho y que algunas calles estaban inundadas.

- Vamos chicos, tenemos que salir rápido -dijo la Seño Ana mientras los llevaba a todos al salón principal. Mamá y papá habían venido en auto, pero no podían salir del jardín porque el agua había inundado la calle.

La Seño Ana les explicó que iban a tener que esperar un poco hasta que bajara el agua. Basti se preocupó por sus padres, pero la Seño Ana le dijo que todo estaba bien y que estaban seguros dentro del jardín.

Pasaron varias horas antes de que pudieran salir del jardín. Cuando llegaron al auto, vieron que estaba todo mojado por la lluvia y el agua de la inundación. Papá intentó encenderlo varias veces, pero el motor no arrancaba.

- ¿Y ahora qué hacemos? -preguntó Basti preocupado. - Tranquilo hijo, vamos a encontrar una solución -respondió mamá con calma. Después de varios intentos fallidos por encender el auto, papá decidió llamar a un amigo para pedir ayuda.

Mientras tanto, mamá y Basti jugaron juegos divertidos para pasar el tiempo. Finalmente, llegó su amigo con una camioneta y remolcó su auto hasta el taller mecánico más cercano donde pudieron arreglarlo rápidamente.

Después de unas horas más tarde de lo previsto, volvieron a casa sanos y salvos.

Basti aprendió muchas cosas ese día: cómo comportarse en el jardín, cómo ser paciente cuando las cosas no salen como uno quiere y lo importante que es tener amigos dispuestos a ayudarnos en momentos difíciles. Y lo mejor de todo fue haber pasado un día lleno de aventuras junto a sus padres.

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