Atrapando la Luz
Había una vez un niño llamado Tomás que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Desde que era muy joven, Tomás soñaba con atrapar una estrella.
Todos los días miraba al cielo y se preguntaba cómo sería tener una estrella propia. Un día, mientras Tomás caminaba por el bosque cercano a su casa, vio algo brillante entre los árboles. Se acercó corriendo y descubrió que era una vieja lámpara mágica.
Sin pensarlo dos veces, frotó la lámpara y de ella salió un genio. -¡Hola! Soy el genio de la lámpara y estoy aquí para concederte tres deseos -dijo el genio con entusiasmo. Tomás no podía creerlo.
Este era su momento perfecto para pedir sus deseos y finalmente atrapar una estrella. -Genio, mi primer deseo es poder volar hasta las estrellas -exclamó Tomás emocionado. El genio hizo un gesto con su mano y de repente unas alas aparecieron en la espalda de Tomás.
Ahora podía volar como un pájaro hacia el cielo nocturno lleno de estrellas. Tomás comenzó a volar alto en busca de su ansiada estrella. Pero cuanto más volaba, más lejos parecían estar las estrellas. Estaban demasiado lejos para alcanzarlas.
Desanimado, pero sin rendirse, Tomás decidió volver a la tierra e intentarlo nuevamente otro día. Mientras regresaba a su casa, encontró a una anciana sentada bajo un árbol.
-¿Qué te sucede, joven? Pareces triste -preguntó la anciana con una sonrisa amable. Tomás le contó a la anciana sobre su deseo de atrapar una estrella y cómo había volado hacia el cielo sin éxito.
-La clave para atrapar una estrella no está en volar alto, sino en mirar de cerca -dijo la anciana sabiamente-. Las estrellas están más cerca de lo que crees. Solo necesitas abrir bien los ojos y prestar atención. Intrigado por las palabras de la anciana, Tomás decidió darle otra oportunidad a su sueño.
Al día siguiente, se levantó temprano y caminó hasta el lago cercano. Allí, vio cómo el sol comenzaba a despertarse y las primeras estrellas del amanecer empezaron a brillar en el cielo.
Tomás se dio cuenta de que las estrellas también existían durante el día, pero eran tan débiles que solo podían ser vistas cuando todo estaba en silencio y tranquilo. Se acercó al lago y extendió su mano hacia una pequeña estrella reflejada en el agua.
¡Lo logró! Tomás finalmente había atrapado una estrella. Con cuidado, devolvió la pequeña joya al cielo para que otros pudieran disfrutarla también.
Desde ese día, Tomás aprendió que los sueños pueden hacerse realidad si uno nunca deja de creer y se esfuerza por alcanzarlos. Aunque no pudo atrapar una gran estrella como imaginaba, descubrió que cada pequeño destello en su vida era un tesoro valioso lleno de esperanza y magia.
Y así, Tomás vivió feliz sabiendo que siempre podría encontrar una estrella en cualquier momento y lugar, simplemente mirando con atención y manteniendo viva la chispa de su sueño.
FIN.