Augusto y el Mundo Dino



En un pequeño vecindario de Buenos Aires, vivía un niño llamado Augusto, que era un gran amante de los dinosaurios. Sus días transcurrían entre juegos, libros y películas sobre estas criaturas enormes que una vez dominaron la Tierra. Un día, mientras jugaba en el parque, Augusto se encontró con un libro viejo y polvoriento que había sido olvidado en un banco. El título era "Los Dinosaurios y su Mundo".

- ¡Wow! -exclamó Augusto, tomando el libro entre sus manos- Este se ve interesante.

Sin pensarlo dos veces, se sentó en una banca y comenzó a leer. A medida que pasaba las páginas, se dio cuenta de que el libro no solo hablaba sobre los dinosaurios, sino que también contenía un mapa misterioso que parecía llevar a un lugar mágico donde los dinosaurios todavía existían.

- ¡Esto es increíble! -dijo Augusto, emocionado- Tengo que seguir este mapa.

El mapa lo llevó a un bosque cerca del parque. Con valentía, se adentró entre los árboles, donde encontró una cueva iluminada por una luz brillante. Al entrar, se sorprendió al ver que realmente había dinosaurios: un T-Rex amigable llamado Dino-Rex, un velociraptor juguetón llamado Rappy y una mamá triceratops que cuidaba de sus adorables crías.

- ¡Hola! -saludó Augusto a los dinosaurios- ¿Ustedes son de verdad?

- ¡Por supuesto! -respondió Dino-Rex con una gran sonrisa- Hemos estado esperando a alguien como vos. Te necesitamos.

- ¡¿Necesitan ayuda? ! -preguntó Augusto, intrigado.

- Sí -dijo Rappy saltando de alegría- Un volcán cerca de aquí está a punto de erupcionar y necesitamos que nos ayudes a avisar a los demás dinosaurios.

Augusto sintió que debía hacer algo, así que rápidamente se ofreció a ayudar. Juntos, se lanzaron a una emocionante aventura para avisar a todos los dinosaurios del lugar. Saltaron sobre riachuelos, cruzaron puentes hechos de troncos y enfrentaron desafíos inimaginables. En cada parada, usaban el conocimiento que Augusto había aprendido sobre los dinosaurios para superar los obstáculos.

- ¡Miren! -gritó Augusto en medio de la aventura- ¡Un Brachiosaurus! Necesitamos su ayuda también.

Los dinosaurios adultos se unieron a su causa, y juntos lograron formar un gran equipo, cada uno aportando sus habilidades y conocimientos únicos. Así, el Brachiosaurus ayudó a elevar a los más pequeños por encima de las ramas, mientras que el velociraptor corría velozmente avisando a todos los demás.

Finalmente, llegaron a la cumbre de una colina, donde pudieron ver el volcán a lo lejos. Augusto y sus amigos unieron fuerzas, usando cada una de sus habilidades para hacer sonar un gran grito que resonara en todo el valle.

- ¡Corre, dinosaurios! -gritó Augusto- ¡El volcán está a punto de entrar en erupción! ¡Es hora de evacuar!

Los dinosaurios, que habían estado tranquilos en sus actividades, comenzaron a correr a su lado y rápidamente se trasladaron a un lugar seguro. Mientras tanto, la lava comenzaba a brotar del volcán, pero gracias a la valentía y al ingenio de Augusto y sus amigos, todos lograron escapar a tiempo.

Al final del día, Augusto se sintió muy orgulloso. No solo había hecho nuevos amigos, sino que también había demostrado que un niño puede ser un héroe, sin importar su tamaño.

- Gracias, Augusto -dijo Dino-Rex mientras se despedían- Nunca olvidaremos tu valentía.

- ¡Fue una aventura increíble! -respondió Augusto con una gran sonrisa- ¡Nunca dejen de creer en ustedes mismos!

Descubriendo el camino de regreso, Augusto se dio cuenta de lo importante que es cuidar a los demás y actuar con valentía. Cuando regresó a casa aquella noche, abrió su libro de dinosaurios y sonrió. En su corazón, sabía que siempre habría un espacio para la aventura y la amistad. Desde ese día, Augusto no solo jugaba con dinosaurios, sino que también soñaba con ser un defensor del mundo dino, y planeaba sus próximas aventuras en su imaginación.

Así, Augusto dejó de ver a los dinosaurios solo como juguetes. Ahora sabía que ellos, aunque vivos en su corazón y sus historias, eran parte de un mundo que él podía proteger en su vida cotidiana, y que siempre habría algo más grande que descubrir si tenía valor para explorarlo.

FIN.

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