Aurora y el Pueblito de los Pequeños
Era un día soleado y cálido cuando Aurora, una niña llena de alegría, decidió salir a pasear por el bosque con sus padres. Con su vestido de colores y su sonrisa deslumbrante, saltaba de un lado a otro, recolectando flores y persiguiendo mariposas.
"¡Mirá, mamá!" - gritó mientras señalaba a una mariposa azul que danzaba en el aire.
"¡Qué belleza, Aurorita!" - le respondió su mamá sonriendo.
Pero mientras Aurora exploraba un poco más lejos, se distrajo con una ardilla que trepaba velozmente por un árbol. Cuando miró hacia atrás, sus padres ya no estaban.
"¡Mamá! ¡Papá!" - llamó, pero sólo escuchó el canto de los pájaros y el susurro del viento.
Desconcertada y un poco asustada, Aurora caminó en la dirección opuesta, intentando recordar el camino que habían tomado. Sin embargo, se adentró más y más en el bosque hasta que, de repente, tropezó y cayó.
Al levantarse, notó que se encontraba en un lugar extraño, un pequeño pueblito donde todo era diminuto: las casas eran del tamaño de una caja de zapatos y los árboles parecían palitos de fósforo. A su alrededor, había criaturas hasta de la palma de su mano. Eran pequeñas personas, alegres, que la miraban con curiosidad.
"¡Hola!" - dijo una de ellas, con una voz suave, - “¿Estás perdida?"
"Sí, me llamo Aurora y busco a mis papás. Ellos estaban aquí, en el bosque, pero no sé cómo volver."
"No te preocupes, nosotros te ayudaremos!" - exclamó un pequeño llamado Lino, que tenía un gorro de hojas.
Aurora sonrió al notar que en ese pueblito había un ambiente mágico. Los pequeños seres comenzaron a invitarla a descubrir su mundo.
"Ven, aurora, vamos al Mercado de los Sueños." - propuso Lino, mientras el resto de los pequeños asentía con entusiasmo.
El mercado era un lugar colorido y bullicioso, lleno de risas y sonidos encantadores. LOS pequeños estaban vendiendo cosas raras y maravillosas, como caramelos que brillaban y pequeñas flores que cantaban.
"¿Qué vendés?" - preguntó Aurora.
"¡Flores que cantan!" - respondió una pequeña con una diadema de pétalos.
"¡Quiero una!" - exclamó Aurora y, al comprarla, la flor le cantó una canción dulce.
Pero entonces, mientras jugaban, un pequeño viento comenzó a arremolinarse. Los habitantes del pueblo se veían preocupados.
"¡El viento del cambio!" - gritó Lino, "¡Tenemos que escondernos!"
"¿Qué es eso?" - preguntó Aurora.
"Es un viento que trae cosechas y bondades, pero también confusión sin previo aviso. ¡Debemos actuar rápido!" - explicó.
Aurora, viendo la preocupación en los ojos de sus nuevos amigos, sintió que debía ayudarlos.
"¿Qué puedo hacer?" - preguntó.
"Nosotros necesitamos un plan. Tú que eres tan grande, ¿puedes utilizar tus manos para recoger nuestros alimentos?" - propuso una pequeña llamada Lila.
Aurora se puso a trabajar junto a sus amigos, recogiendo frutos y flores antes de que el viento del cambio azotara el pueblo.
"¡Lo estamos logrando!" - gritó aurora exaltada.
"¡Gracias, Aurora! Eres increíble!" - dijeron al unísono los pequeños.
Justo cuando el viento se calmó, un brillo resplandecía.
"Mirá, Aurora, ¡es un portal de regreso!" - anunció Lino.
"¿De verdad?" - preguntó Aurora.
"Sí, pero nos encantaría que te quedaras un poco más. ¡Podés volver a visitarnos!"
Aurora sintió tristeza por dejar a sus nuevos amigos, pero sabía que debía buscar a sus padres.
"Los extrañaré, pero quiero volver a verlos y contarles todo lo increíble que aprendí.
"Recuerda, siempre serás parte de nuestro pueblo. ¡Vuelve pronto!" - le dijo Lino.
Con un abrazo colectivo, Aurora se despidió y se metió en el portal. Al instante, se encontró en el bosque, justo donde había dejado a sus padres.
"¡Aurora!" - exclamaron sus padres al verla, corriendo hacia ella con una mezcla de alegría y preocupación.
"¡Estoy bien!" - dijo Aurora, y les contó sobre sus aventuras en el pueblito mágico.
Desde ese día, Aurora aprendió la importancia de la amistad, la colaboración y la valentía. Además, sabía que siempre podría volver a su mágico pueblito, donde la alegría y los pequeños felices siempre la esperarían.
FIN.