Aurora y la Escuela de Computación
Era una soleada mañana en el pequeño pueblo de Villafeliz. Aurora, una niña curiosa y llena de energía, caminaba hacia la nueva escuela de computación. Había oído que allí se podían aprender cosas increíbles y que se podían crear videojuegos, robots y hasta programas que ayudaban a los demás.
Al llegar, se encontró con un gran cartel que decía: "¡Bienvenidos a la Escuela de Computación Niños Felices!". Con una gran sonrisa, entró en el edificio y se encontró con su maestra, la señora Matilda, una mujer amable que siempre tenía una sonrisa en su rostro.
"¡Hola, Aurora! ¿Estás lista para aprender a programar?" - preguntó la señora Matilda entusiasmada.
"¡Sí, estoy re emocionada!" - respondió Aurora saltando de alegría.
Durante las primeras semanas, Aurora y sus nuevos amigos, Miguel, Sofía y Lucho, aprendieron sobre los conceptos básicos de la programación. Con cada clase, surgía una nueva aventura. Un día, la señora Matilda les propuso un proyecto especial:
"Quiero que creen un videojuego que ayude a los demás. Pueden elegir el tema que quieran, pero debe ser divertido y educativo." - dijo la señora Matilda con ojos brillantes.
Así, el grupo se puso a trabajar. Después de varias reuniones, decidieron crear un juego sobre el cuidado del medio ambiente. Se llamaría "Aventura en el Bosque Mágico". Cada uno de ellos tenía una tarea: Miguel sería el diseñador del juego, Sofía se encargaría de la música, Lucho programaría la interfaz y Aurora escribiría la historia.
"¡Esto va a ser genial!" - exclamó Lucho mientras imaginaban lo que harían.
Sin embargo, a medida que avanzaban, se encontraron con un gran problema. Justo antes de la fecha de entrega, el programa de Lucho falló y todo su trabajo se borró por completo.
"No puede ser, todo lo que hicimos se ha perdido..." - dijo Lucho, mirando la pantalla con tristeza.
Aurora se dio cuenta de que todos estaban desanimados y decidió que no podían dejar que eso los detuviera.
"¡Chicos, no podemos rendirnos! ¡Solo tenemos que volver a trabajar juntos!" - sugirió con determinación. "Tenemos más ideas y mucho más talento. ¡Esto es solo un pequeño tropiezo!".
"Aurora tiene razón. Podemos hacerlo de nuevo, ¡más rápido y mejor!" - agregó Sofía, recuperando su entusiasmo.
Así que, con esfuerzo y trabajo en equipo, se pusieron a rehacer el juego. Cada uno aportó más ideas y creatividad, y el proyecto se volvió aún más emocionante. Trabajaron hasta tarde, riendo y disfrutando del proceso. Finalmente, lograron terminarlo justo a tiempo.
El día de la presentación, estaban nerviosos, pero emocionados. Cuando la señora Matilda jugó su creación, se llenó de orgullo.
"¡Esto es increíble! Han logrado hacer un juego educativo y divertido. Seguro que ayudará a muchos a cuidar el medio ambiente" - dijo, aplaudiendo con entusiasmo.
Aurora, Miguel, Sofía y Lucho se miraron entre ellos, sus corazones llenos de alegría y satisfacción. Habían aprendido no solo a programar, sino a colaborar y a levantarse frente a las adversidades.
"¡No puedo esperar a ver a otros niños jugando nuestro juego!" - dijo Miguel emocionado.
"¡Y a seguir creando cosas nuevas!" - añadió Lucho, con una gran sonrisa.
Desde ese día, la Escuela de Computación Niños Felices se convirtió en un lugar donde los sueños y las ideas se transformaban en realidad. Aurora y sus amigos descubrieron que con unión, esfuerzo y creatividad, podían hacer cosas maravillosas. Así, aprendieron que la verdadera felicidad se encuentra en el proceso de crear y compartir con los demás.
FIN.