Aurora y la Luz en su Interior



Una vez en Centenario, Neuquén, vivía una adolescente llamada Aurora. Tenía el cabello corto, por debajo de los hombros, y solía ir a la escuela con la cabeza gacha y poco entusiasmo. Desde pequeña, Aurora había enfrentado momentos difíciles que la habían dejado con inseguridades y dolor en su corazón.

Una mañana, Aurora decidió caminar hacia el parque de su barrio, un lugar donde siempre había sentido algo especial. Observando las flores que florecían, pensó en lo que le hacía feliz, pero su mente la llevó a los recuerdos tristes.

Mientras paseaba, Aurora escuchó una voz suave.

"¿Por qué luces así, con la cabeza tan baja?" - le preguntó una niña llamada Lila, que jugaba cerca.

"Es que... no me siento bien conmigo misma" - respondió Aurora, mientras dibujaba un círculo en el suelo con su pie.

"A veces veo cosas lindas en la gente, pero no siempre se dan cuenta. ¿Sabías que cada uno es como una flor que puede brillar a su manera?" - dijo Lila, sonriendo.

Aurora se sintió intrigada por las palabras de Lila, así que siguió conversando con ella. Lila le contó sobre la importancia de valorarse a uno mismo.

"Mirá, una flor no puede compararse a otra. Cada una tiene su forma, su color y su aroma. Así somos nosotros, únicos e irremplazables" - explicó Lila.

Aurora, escuchando esto, sintió una pequeña chispa de curiosidad.

"¿Cómo puedo ser como una flor?" - preguntó.

"Primero, tenés que mirar dentro tuyo y encontrar algo que te guste. Todo el mundo tiene algo especial. Yo, por ejemplo, puedo pintar muy bien" - dijo Lila.

Aurora pensó en sus intereses y se dio cuenta de que le gustaba escribir historias. Lila sonrió y le sugirió:

"¡Escribí sobre tus sentimientos! Cuanto más escribas, más podrás conocer de vos misma."

Aurora se sintió más animada. Así que comenzó un diario donde escribía sobre sus días, sus sueños y sus miedos.

A medida que pasaban los días, Aurora y Lila se hacían amigas. Juntas exploraban el parque, recogiendo flores, y creando hermosas historias a partir de lo que veían.

Un día, Lila le dijo:

"¿Por qué no hacemos un recital de poesía en el parque?" - sugirió emocionada.

"No sé si estoy lista para eso" - contestó Aurora, sintiendo un poco de miedo.

"Podemos hacerlo juntas. Y si la gente aplaude, ¡será maravilloso!" - insistió Lila.

Con el apoyo de su nueva amiga, Aurora se sintió un poco más valiente. Decidieron organizar el recital y al invitar a otros niños del barrio, Aurora se dio cuenta de que había más gente interesada en escuchar sus historias.

El día del recital, Aurora estaba nerviosa. Cuando fue su turno, miró al público. A medida que comenzaba a leer su poema sobre las flores y las inseguridades, sentía que las palabras fluían. Al final, el público aplaudió y Aurora sintió una alegría que nunca había experimentado antes.

"¡Lo hiciste genial!" - le dijo Lila, saltando de alegría.

"Gracias... nunca pensé que podría sentirme así. Me gusta ser una flor" - dijo Aurora, sonriendo.

A partir de ese día, Aurora comenzó a florecer. Cada vez que sentía inseguridad, regresaba a su diario y escribía. Aprendió a mirar su interior y definirse como la flor única que era.

La vida en Centenario adoptó un nuevo brillo para Aurora, y se dio cuenta de que, a pesar del dolor del pasado, siempre había una luz en su interior lista para brillar. Y así, con una nueva amistad y su pasión por la escritura, Aurora encontró su camino para florecer en cada momento de su vida.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!