Austin el Poeta y la Aventura de las Palabras



En una pequeña ciudad llamada Rimas, un joven llamado Austin pasaba sus días observando el mundo a su alrededor. A Austin le encantaba escribir poesía, y siempre llevaba consigo un cuaderno y un lápiz, listos para capturar las maravillas que veía.

Una mañana soleada, mientras paseaba por el parque, vio a un grupo de niños jugando con una pelota.

"¡Hola! ¿Quieren escuchar un poema sobre su juego?" les preguntó Austin, emocionado.

Los niños se detuvieron y asintieron con curiosidad.

"Un fuerte viento sopla y la pelota va, la alegría en sus caras no se puede ocultar. Un driblar aquí, un pase acolchado, ¡cuánta energía en cada rebote!"

Los niños aplaudieron con entusiasmo, pero uno de ellos, llamado Lucas, frunció el ceño.

"¿Y qué pasa si nuestra pelota se pincha?"

Austin rió y dijo:

"¡Eso sería una gran oportunidad para crear un poema sobre la resiliencia!"

Los niños quedaron intrigados, y Lucas sonrió, pensando en la idea. Sin embargo, mientras se reían y jugaban, una ráfaga de viento sopló, llevándose la pelota del grupo hacia un arbusto espinoso. Todos corrieron hacia el arbusto con preocupación.

"¡No, la pelota!" gritó Sofía, una de las niñas del grupo.

Austin se agachó y vio la situación.

"No se preocupen, amigos. A veces, cuando algo se pierde, aparece algo nuevo. Voy a escribir un poema para sacar fuerzas y animarlos."

Todos se reunieron alrededor de Austin en un círculo, mirándolo expectantes, mientras él empezaba a recitar mientras buscaba palabras que inspiraran:

"Si la pelota se pierde, un nuevo camino se abre,

las palabras son como el viento, volamos alto en sus cabales.

En cada desafío hay una luz que se asoma,

y juntos la encontraremos, así como el sol se asoma."

Los niños comenzaron a sentirse mejor. Juntos, decidieron investigar entre los arbustos. Fue entonces cuando, para su sorpresa, encontraron una antigua caja de madera llena de hojas de papel en blanco y plumas de colores.

"¡Miren!" exclamó Sofía.

Austin tomó una de las plumas y sonrió, una idea brillante se iluminaron en su mente.

"¡Vamos a escribir nuestras propias historias y poemas!"

y con eso, los niños buscaron cada uno su hoja y empezaron a escribir intensamente.

Mientras tanto, Lucas estaba un poco apartado, mirando pensativo como todos se sumergían en la escritura.

"Estoy esforzándome por encontrar buenas palabras, pero no puedo. ¿Y si soy un mal poeta?"

Austin se acercó a él y dijo:

"No existen malos poetas, Lucas. Cada palabra que escribes es parte de tu esencia, y eso es lo que hace que tu historia sea especial. ¿Por qué no me cuentas sobre un momento que te haya hecho feliz?"

Lucas sonrió, recordando cuando había ido a la montaña con su familia. Comenzó a escribir y a medida que lo hacía, su cara se iluminó.

Poco tiempo después, todos se reunieron nuevamente.

"¡Leamos lo que escribimos!" propuso Sofía, casi saltando de la emoción.

Al principio Lucas dudaba y dijo:

"Pero, ¿y si mi poema es malo?"

Austin insistió:

"Recuerda, amigo, el valor está en compartirlo. Cada palabra cuenta. "

Así que, uno a uno, comenzaron a leer sus poemas y las historias. Pronto, sus risas y aplausos resonaron en el parque al escuchar las historias de sus amigos.

Al final del día, con los corazones llenos de alegría, se miraron unos a otros, y fue entonces cuando Sofía propuso:

"¿Qué tal si hacemos un libro con todos nuestros poemas?"

Todos aceptaron y, juntos, trabajaron para unir sus historias en un hermoso libro titulado “Rimas de Amigos”.

Austin observó su obra y sonrió, sintiendo que la aventura de la escritura había florecido en ellos.

Desde ese día, la ciudad de Rimas se llenó de poesía, inspirando a otros a expresar sus sentimientos y compartir sus historias de una manera única.

Y así, gracias a la curiosidad de un poeta y la valentía de un grupo de amigos, descubrieron que las palabras pueden cambiar el mundo, una rima a la vez.

FIN.

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