Aventura a la Luna



En un pequeño barrio de Buenos Aires, un niño llamado Lucas soñaba con conocer el espacio. Cada noche, miraba hacia el cielo estrellado desde su ventana y se preguntaba qué habría más allá de la luna. Una noche, mientras sus amigos Tomás y Valentina lo visitaban, Lucas les compartió su sueño.

"Chicos, quiero ir a la luna. Debemos hacerlo", dijo Lucas con ojos brillantes.

"¡Eso sería increíble! Pero, ¿cómo lo haríamos?", preguntó Tomás, maravillado.

"Podríamos construir un cohete. ¡Sí!", exclamó Valentina, entusiasmada.

Los tres amigos comenzaron a estudiar sobre cohetes y el espacio. Pasaron horas en la biblioteca, leyendo libros sobre astronautas, planetas y la historia de la exploración espacial. Un día, mientras revisaban un viejo libro, Lucas encontró un plano de un cohete.

"Miren esto", dijo, señalando las páginas. "Si tenemos materiales y nos organizamos, tal vez podamos hacerlo".

"¿Y dónde conseguimos los materiales?", preguntó Tomás, un poco escéptico.

"Mis papás tienen un taller lleno de cosas viejas. Podremos encontrar lo que necesitamos ahí", respondió Lucas con confianza.

Los tres días después, se reunieron en el taller de los padres de Lucas. Con herramientas, cartón, y mucha imaginación, comenzaron a construir su cohete. Al principio, todo parecía un gran desorden; un río de tubos, cajas y cinta adhesiva por todas partes.

"Esto no parece un cohete, parece un monstruo de cartón", rió Valentina.

Pero Lucas, con su entusiasmo contagioso, continuó organizándolos. Después de varios días de arduo trabajo, lograron completar su cohete. Era un poco torcido, lleno de colores brillantes y carteles de “Luna, allá vamos! ”, pero para Lucas, Tomás y Valentina, era perfecto.

Un día, decidieron hacer una prueba del cohete. Simularían el lanzamiento desde su patio.

"¡Contemos hasta tres!", gritó Lucas.

"¡Uno… dos… tres…!") Todos gritaron al unísono: "¡Despegue!". Simulando el ruido de un motor, saltaron de alegría.

Justo en ese momento, la hermana de Lucas, Sofía, salió al patio y los miró con una mezcla de diversión y curiosidad.

"¿Se creen astronautas ahora?", les preguntó con una sonrisa.

"¡Sí!", respondieron los tres a coro. "Vamos a la luna!".

A medida que jugaban, comenzaron a pensar en algo más que un juego. Quisieron hacer una verdadera presentación para mostrar el cohete a sus familias.

"Hagamos un evento, como si realmente estuviéramos lanzando al cohete", sugirió Valentina.

Así que se pusieron a decorar el patio, preparando una pequeña fiesta con globos y carteles de advertencia. Invitaron a sus familias y amigos. el día del evento, todos estaban emocionados. Con el cohete en el centro del patio, Lucas tomó el micrófono improvisado.

"Queridos amigos y familia, hoy lo que ven aquí no es solo un cohete de cartón. ¡Es un paso hacia nuestro sueño de conocer el espacio!".

La audiencia aplaudió con entusiasmo. Lucas les explicó todo lo que habían aprendido. Habló sobre las fases de la luna, la gravedad y hasta sobre los viajes a Marte.

La sorpresa llegó cuando la señora Elena, la maestra de ciencias de la escuela, apareció en la fiesta.

"¡Qué increíble! No sabía que tenías tanto talento para la ciencia, Lucas", dijo admirada.

"Gracias, señora Elena. Estamos a punto de despegue hacia la luna", se envalentonó Lucas.

Justo cuando todos disfrutaban de la fiesta, uno de los globos voló directo hacia el cohete. Con su explosión, una pequeña parte del cohete se desarmó, causando risas entre los presentes.

"¡Oh no! Nuestro cohete se ha averiado!", exclamó Tomás fingiendo preocupación.

-"¡Rápido, tenemos que repararlo antes de despegar!", dijo Lucas en un tono dramático.

"No pasa nada, lo importante es el sueño que tenemos. El cohete puede ser de cartón, pero las ganas de ir a la luna son de verdad", respondió Valentina, llenando el ambiente de optimismo.

Al final del día, llena de risas y enseñanzas, la fiesta se convirtió en una celebración de sueños y creatividad. Sus padres, orgullosos de sus esfuerzos, les prometieron llevarlos a un observatorio para ver las estrellas y aprender aún más sobre el espacio.

Así, aunque no se fueron a la luna ese día, Lucas y sus amigos descubrieron que el verdadero viaje a la luna había empezado. Con cada libro leído y cada charla, estaban un paso más cerca de sus sueños.

Desde aquel día, Lucas, Valentina y Tomás supieron que con curiosidad, amistad y perseverancia, no había límite para lo que podían lograr. Y aunque su cohete era solo un juguete, en sus corazones llevaban las verdaderas estrellas de sus sueños.

Y así, seguían mirando al cielo, sabiendo que, algún día, podrían hacer realidad su aventura a la luna.

FIN.

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