Aventura de Alcachofa y Ratón en el Espacio
En un pequeño jardín de Buenos Aires, había una alcachofa llamada Artu y un ratón llamado Ramón. Artu era un vegetal curioso que siempre soñaba con explorar el espacio, mientras que Ramón, el ratón, le encantaba escuchar las historias de las estrellas.
Una noche estrellada, mientras miraban el cielo, Artu dijo:
"¡Ramón, qué tal si viajamos al espacio y conocemos el universo!"
"¡Eso sería increíble! Pero, ¿cómo vamos a hacerlo?" respondió Ramón, mirando a su amigo con ojos brillantes.
Artu tuvo una idea. Con su ingenio, usó sus hojas como paracaídas y, junto con Ramón, construyeron una nave espacial con cartones, hojas secas y algunas ramas. Una vez lista, esperaron a que pasara un rayo de luz brillante que, según las leyendas del jardín, era un portal hacia el espacio.
"¡Ahí viene, Ramón!", gritó Artu emocionado.
Cuando el rayo los envolvió, sintieron una gran velocidad. Cuando abrieron los ojos, se encontraron flotando en una nave espacial llena de luces de colores.
"¿Dónde estamos?" preguntó Ramón, asombrado.
"¡En el espacio! Mirá esas estrellas", respondió Artu, apuntando al infinito lleno de lucidez.
Decidieron explorar un planeta cercano, llamado Planetín. Al aterrizar, se dieron cuenta de que estaba poblado por criaturas de diferentes formas y colores, todos simpáticos y curiosos.
"Hola, viajeros", saludó un pequeño alienígena que era muy parecido a un dulce. "Soy Lulu y son bienvenidos a nuestro planeta. ¡Estamos organizando una fiesta de la amistad!"
Artu y Ramón estaban felices de haber sido recibidos tan calurosamente. Participaron de juegos, hicieron nuevos amigos y aprendieron sobre las diferentes culturas de Planetín.
"¿Saben cuál es el secreto de nuestra amistad?" preguntó Lulu. "Es la diversidad; cada uno de nosotros aporta algo único."
Artu, emocionado, les contó sobre su jardín y cómo, a pesar de ser un vegetal, también tenía sueños. Ramón, al ver el aprecio por sus historias, empezó a contar cuentos sobre la vida en la tierra y cómo el amor por el conocimiento y la curiosidad los había llevado a tan lejos.
La fiesta fue un éxito y Artu y Ramón se sintieron como en casa. Pero llegó el momento de regresar a su jardín.
"Debemos volver, pero llevaremos con nosotros la lección de la amistad y la diversidad", dijo Artu con una sonrisa.
"¡Sí, debemos compartir todo lo que hemos aprendido!" agregó Ramón.
Los amigos se despidieron de sus nuevos compañeros y subieron a su nave. Al regresar a su jardín, se dieron cuenta de que un pequeño cambio había ocurrido: el lugar lucía más brillante y colorido que nunca.
"¿Ves, Ramón? Ahora entendemos que cada cosa tiene su valor y su singularidad. Eso hace que el mundo sea un lugar maravilloso", reflexionó Artu.
"¡Y siempre debemos recordar que la curiosidad nos lleva a vivir las mejores aventuras!" concluyó Ramón.
Esa noche, mientras miraban al cielo lleno de estrellas, ambos amigos se sintieron felices de ser diferentes y de poder compartir su amistad, no solo entre ellos, sino con todos los seres del universo.
Y así, continuaron sus días en el jardín, contando historias y soñando con nuevas aventuras en lo desconocido.
FIN.