Aventura en el Bosque Mágico



Érase una vez, en un reino lejano, donde vivían cuatro amigas muy especiales: Blancanieves, Cenicienta, Caperucita Roja y La Sirenita. Cada una de ellas tenía una personalidad única y juntas formaban un equipo inigualable. Un día, mientras paseaban por el bosque, se encontraron con un mapa antiguo que prometía llevarlas a un tesoro escondido.

"¡Chicas! Miren lo que encontré!" - exclamó Blancanieves, mostrando el mapa.

"¿Un tesoro? ¡Esto suena emocionante!" - dijo Cenicienta, ajustándose su zapato de cristal.

"Pero, ¿será seguro?" - preguntó Caperucita, recordando su encuentro con el lobo.

"¡No hay nada de qué preocuparse! ¡Nos tenemos unas a otras!" - dijo La Sirenita, moviendo su cola de pez con entusiasmo.

Decidieron iniciar la aventura al amanecer del día siguiente. Cada una preparó su mochila con lo necesario: Blancanieves llevó manzanas para el camino, Cenicienta empacó una linterna, Caperucita trajo su cesta de dulces y La Sirenita, un frasco de agua del mar.

Al llegar al punto que el mapa señalaba, se encontraron con un puente colgante que cruzaba un profundo río.

"Miren, hay un puente, ¡pero se ve algo inestable!" - comentó Caperucita, observando las tablas que crujían.

"Lo cruzaremos juntas, así nos apoyamos entre nosotras", sugirió Blancanieves.

Avanzaron con cuidado y, justo cuando estaban en medio, un fuerte viento comenzó a soplar. El puente tembló y varias tablas comenzaron a caer.

"¡Aguanten! ¡No se suelten!" - gritó Cenicienta mientras mantenía la linterna con firmeza.

Al llegar al otro lado, sintieron un gran alivio.

"¡Lo logramos! ¡Eran sólo unas tablas!" - celebró La Sirenita.

Siguieron caminando hasta que llegaron a un claro donde encontraron un viejo castillo cubierto de hiedra. “Aquí debe estar el tesoro”, pensó Blancanieves.

"Tal vez haya un guardián que proteja el tesoro" - sugirió Caperucita.

Con valentía, decidieron entrar. Dentro, encontraron una habitación llena de brillantes joyas y oro.

"¡Miren! ¡Es hermoso! – exclamó La Sirenita.

Pero, de repente, una sombra se jactó y apareció un dragón pequeño,

"¡¿Quiénes son ustedes y por qué han venido aquí? !" - rugió el dragón.

"Venimos a descubrir el tesoro, pero solo si es algo bueno para el reino" - contestó Cenicienta, intentando no asustarlo.

"El tesoro no es solo oro y joyas, es un poder mágico que solo puede ser usado para hacer el bien" - explicó el dragón, que resulta ser un guardián de la bondad.

"Nosotras creemos en el trabajo en equipo! – dijo Caperucita, convenciendo al dragón. - Si nos ayudas a usar ese poder, podríamos hacer el bien en nuestro reino.

El dragón, sorprendido, decidió probarlas.

"Primero, deben ayudarme a liberar a una amiga que quedó atrapada en un hechizo. Solo las que tienen corazones puros pueden hacerlo!" - dijo el pequeño dragón.

Las chicas se unieron, utilizando sus talentos: Blancanieves cantó una dulce melodía, Cenicienta impulsó un brillo de magia con su linterna, Caperucita compartió historias de amistad y bondad, mientras La Sirenita llenó el salón de burbujas mágicas.

Juntas, rompieron el hechizo del dragón, liberando a una hermosa hada.

"¡Gracias, valientes! , – dijo el hada, tocándose la varita con alegría. - Como recompensa, les otorgo el poder de hacer el bien donde quiera que vayan.

Las chicas sonrieron, sabiendo que el verdadero tesoro no eran las joyas, sino la amistad y el poder de ayudar a otros.

"¡Vamos a usar nuestro poder con responsabilidad!" - dijo Blanca con determinación.

Regresaron a casa con una nueva misión: ayudar a su reino y ser un ejemplo de bondad. Desde entonces, se convirtieron en las guardianas del amor y la justicia.

"¡Nuestro viaje apenas comienza!" - exclamaron todas juntas.

FIN.

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