Aventura en el laboratorio



Era un soleado lunes en el Colegio San Pedro, y la profesora Luz se preparaba para dar una clase muy especial a sus estudiantes de primer grado. Tenía un gran lienzo en blanco y varios colores para ilustrar lo que iba a enseñar. Los niños estaban emocionados. Hoy aprenderían sobre las normas que debían seguir en el laboratorio de computación.

La clase comenzó cuando la profesora Luz entró al aula con una gran sonrisa. Tenía un dibujo de un ordenador y un grupo de niños dibujados alrededor.

"¡Buenos días, chicos! Hoy vamos a tener una gran aventura en el laboratorio de computación. ¿Están listos?" - pregunto la profesora Luz.

"¡Sí!" - gritaron todos al unísono.

La profesora Luz se acercó a la pizarra y escribió 'NORMAS DEL LABORATORIO'.

"Primera norma: Debemos tener siempre limpios nuestros escritorios. Si ensuciamos, hay que limpiar antes de empezar a trabajar" - dijo mientras dibujaba una escoba y un balde.

"¿Y si no hay tiempo para limpiar?" - preguntó Sofía, levantando la mano.

"Siempre hay tiempo para eso. Es como cuando jugamos: si tiramos los juguetes, debemos recogerlos después. Así cuidamos nuestro espacio y lo mantenemos lindo para todos." - respondió la profesora Luz.

Los niños asintieron, comprendiendo la importancia de tener un lugar ordenado.

"¡Muy bien! Ahora sigamos con la segunda norma: No se puede correr en el laboratorio, porque hay muchos cables y podemos tropezar" - añadió la profesora Luz, dibujando un cable tirado en el suelo con un niño cayendo al lado.

"¿Y si estamos muy emocionados?" - preguntó Tomás, preocupado.

"Podemos saltar de alegría en el lugar, pero cuidando no chocar con nada. La emoción está bien, pero la seguridad es lo primero." - dijo, sonriendo y dibujando un niño saltando de felicidad.

La clase continuó con la tercera norma: "Debemos respetar el tiempo de los demás. Si alguien está trabajando, no interrumpimos".

"Pero a veces es difícil, porque queremos compartir lo que hacemos" - comentó Valentina, mientas jugueteaba con su lápiz.

"Es cierto, Valentina. Por eso, debemos levantar la mano si queremos hablar y esperar nuestro turno. Así todos podremos disfrutar de lo que crean los demás" - explicó profesora Luz, dibujando una mano levantada con una estrellita.

Mientras los niños escuchaban atentamente, uno de ellos, un pequeño llamado Mateo, comenzó a sentir un poco de nervios. Quería asegurarse de que todos entendieran las normas.

"Profesora Luz, ¿y si alguien rompe una computadora sin querer?" - preguntó Mateo, con una expresión preocupada.

"Buena pregunta, Mateo. Si eso sucede, debemos avisar a un adulto y no asustarnos. Todos cometemos errores, y la clave es aprender de ellos. También hay que manejar las computadoras con cuidado, ¡como si fueran un tesoro!" - respondió, dibujando un cofre lleno de joyas.

Al final de la clase, la profesora Luz les propuso una actividad divertida.

"Para terminar, haremos un dibujo juntos. Cada uno de ustedes va a ilustrar una de las normas en una hoja, y después haremos una gran exposición de nuestras obras, ¿les parece?" - dijo, entusiasmada.

"¡Sí!" - respondieron todos a la vez.

Con sus lápices y colores en mano, los niños se pusieron a trabajar, unos dibujando escritorios limpios, otros saltando sin correr y algunos levantando la mano.

Cuando terminaron, hicieron una exposición en el patio de la escuela. Cada uno tenía su dibujo en alto y compartían lo aprendido con orgullo. El sol brillaba y todos se sintieron triunfadores por haber finalizado la clase de la profesora Luz.

Así, entre risas y arte, los chicos no solo aprendieron las normas del laboratorio de computación, sino que también comprendieron la importancia de la colaboración, el respeto y la responsabilidad en su entorno escolar. Desde ese día, cada vez que entraban al laboratorio, recordaban esas reglas y se sentían seguros, como verdaderos guardianes de un tesoro de conocimiento.

Y aunque a veces se divirtieron un poco haciendo travesuras, sabían que cada uno de ellos era responsable de cuidar su espacio y seguir esas normas. Y así, el laboratorio se convirtió en un lugar mágico para aprender y descubrir, lleno de risas y aventuras. Fin.

FIN.

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