Aventura en el Lago



Era una mañana brillante y soleada cuando dos amigos, Nahuel y Juan, decidieron ir a pescar al lago que se encontraba cerca de su barrio. Con cañas en mano, un par de sombreros y una mochila llena de provisiones, partieron emocionados.

"¿Estás listo para atrapar al pez más grande del lago?" - preguntó Nahuel sonriendo.

"¡Por supuesto! Hoy será nuestro día de suerte!" - respondió Juan, con la mochila a cuestas.

Al llegar, se sentaron en la orilla y empezaron a preparar sus cañas. Nahuel tomó un poco de carnada y la colocó cuidadosamente en el anzuelo.

"Mirá, Juan, así se hace." - dijo mientras lanzaba su caña al agua.

Pero Juan, que era un poco más torpe, lanzó su caña y... splash, ¡la carnada fue a parar justo a la cara de Nahuel!"¡Ay, pero qué hiciste!" - se río Nahuel, mientras lo limpiaba. "¡No te preocupes, todos cometemos errores!".

Ambos se rieron y continuaron pescando, pero las horas pasaban y no lograban atrapar nada. Justo cuando empezaban a desanimarse, Juan empezó a contarle a Nahuel sobre un pez legendario que decía que habitaba en ese lago.

"Dicen que es un pez dorado enorme que solo aparece cuando sientes que ya todo está perdido." - afirmó Juan con brillo en los ojos.

Nahuel, intrigado, decidió que tendrían que esforzarse un poco más. Entonces, tomaron un descanso para disfrutar de sus snacks: unas galletitas y agua fresca.

"¿Sabés qué? Aprendí en la escuela que la paciencia es tan importante como la habilidad. No siempre se atrapa algo de inmediato." - dijo Nahuel.

"¿Entonces creés que si tenemos paciencia, quizás el pez dorado venga a saludarnos?" - contestó Juan, con una sonrisa juguetona.

Ambos amigos sentaron paciencia junto al lago, observando a los patos y las pequeñas olas que se formaban. En un momento de conversación, decidieron compartir anécdotas sobre sus días de clase. El tema fue tan entretenido que ni se dieron cuenta de que sus cañas estaban hipnotizadas, sin moverse.

De repente, una vibración en la caña de Nahuel los sacó de su charla.

"¡Mirá, Juan!" - gritó Nahuel "¡Parece que tengo algo!" - comenzó a recoger la línea, tirando con fuerza.

Sorpresivamente, de las aguas emergió un pez dorado, reluciente como el sol. Ambos amigos se quedaron boquiabiertos, e incluso uno de los patos dejó de nadar para mirarlos.

"¡Es el pez dorado!" - exclamó Juan, casi sin poder creer lo que veían.

"¡No lo puedo creer! Pero, Juan, debemos devolverlo al agua, es muy hermoso" - dijo Nahuel.

Con mucho cuidado, Nahuel tomó el pez dorado, que brillaba intensamente en sus manos, y lo observó por un instante. Juan estaba de acuerdo y juntos decidieron hacer lo correcto. Nahuel dijo:

"Sin duda, este pez necesita vivir en su hogar, aquí en el lago".

"¡Sí, es lo mejor!" - dijo Juan entusiasta.

Con delicadeza, pusieron el pez de vuelta al agua y, en un instante, el pez dorado desapareció en las profundidades.

"Hoy aprendimos que la pesca no solo es atrapar, sino cuidar de lo que realmente importa" - reflexionó Nahuel.

"Me encanta que hayamos hecho lo correcto. Además, ¡tuvimos una gran aventura!" - sonrió Juan.

Sentados en la orilla, aún riéndose y hablando de su experiencia, encontraron que el verdadero regalo de ese día no era un pez, sino la amistad y los momentos compartidos. Regresaron a casa cansados, pero felices.

Y así, Nahuel y Juan aprendieron que en la pesca, como en la vida, a veces hay que dejar ir para vivir momentos aún más hermosos.

FIN.

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