Aventura en el Reino de las Sombras



Una noche tranquila, Valentina, una nena de ocho años llena de sueños e imaginación, se fue a dormir. Al cerrar los ojos, su mente la llevó a un mundo mágico y misterioso, donde todo era posible. En su sueño, Valentina se encontró en un bosque iluminado por la luna, rodeada de árboles altos que parecían susurrar secretos.

"¿Dónde estoy?" - se preguntó Valentina mientras exploraba su entorno.

De repente, un murmullo suave la sorprendió. A su lado apareció una bruja con un sombrero puntiagudo y una sonrisa amistosa.

"Hola, Valentina. Soy Doña Melina, la bruja buena de este bosque. ¡Bienvenida!" - dijo, agitando su varita mágica.

"¿Bruja buena?" - preguntó Valentina, un poco desconfiada.

"Sí, aquí no hacemos daño. Buscamos ayudar a quienes tienen miedo. Te invito a conocer a mis amigos: los vampiros y fantasmas. ¡Vamos!" - exclamó Doña Melina mientras señalaba un camino iluminado por luciérnagas.

Valentina, intrigada y un poco asustada, decidió seguirla. Al llegar a un claro, vio a varios vampiros, que la recibieron con risas y saltos.

"¡Hola! Soy Vicente, el vampiro simpático. No te preocupes, no somos como los de las películas. ¡Nos encanta bailar y contar historias!" - dijo uno de ellos mientras giraba elegantemente.

"¿En serio?" - respondió Valentina. Entonces Vicente comenzó a bailar, invitándola a unirse y, por unos momentos, olvidó sus temores.

Al tiempo, un grupo de fantasmas apareció, flotando por el aire.

"¡Hola, Valentina! Somos los fantasmas del bosque. Venimos a contarte historias de coraje y amistad. " - dijo un fantasma llamado Luna, que brillaba con una luz suave.

Valentina se sintió emocionada. En su sueño, descubrió que no todos los vampiros y fantasmas eran aterradores. En realidad, eran criaturas amistosas que solo querían que ella se divirtiera.

"¿Qué historias cuentan?" - preguntó Valentina, sentándose en un tronco mientras todos se reunían a su alrededor.

Luna comenzó a relatar la historia de un niño que había ayudado a un pobre vampiro a encontrar su camino a casa.

"El niño no tenía miedo, y juntos superaron muchos obstáculos. Aprendieron que la amistad entre diferentes es lo que hace el mundo un lugar especial. " - concluyó Luna.

Valentina, reflexionando sobre lo escuchado, se dio cuenta de que, a veces, lo desconocido puede parecer aterrador y, sin embargo, puede esconder joyas valiosas: la amistad y el coraje.

"¿Puedo ayudar a alguien como el niño de tu historia?" - preguntó Valentina con entusiasmo.

"¡Claro! Pero primero, tenemos que encontrar a alguien que necesite ayuda. Vamos a explorar juntos. " - dijo Doña Melina, con una sonrisa cómplice.

El grupo de amigos recorrió el bosque, iluminando cada rincón y preguntando a los seres del lugar si necesitaban algo. Al final, llegaron a una cueva oscura.

"¡Ayuda!" - vino un susurro desde dentro.

Valentina, sintiendo una mezcla de miedo y valentía se adelantó.

"¿Quién necesita ayuda?" - preguntó con voz clara.

De la sombra emergió una pequeña hada, atrapada entre algunas piedras.

"Soy Lila, el hada de las flores. Me perdí entre los árboles y caí aquí. No puedo salir sin ayuda." - dijo con voz temblorosa.

Valentina no dudó. Con la ayuda de Doña Melina, los vampiros y los fantasmas, comenzaron a mover las piedras y poco a poco, Lila fue liberada.

"¡Gracias, gracias!" - exclamó el hada, su luz parpadeando de alegría.

"Lo hicimos juntos. ¡La amistad y la valentía son más fuertes que el miedo!" - dijo Valentina, sintiéndose orgullosa.

Los amigos celebraron con un baile lleno de risas y música. Valentina comprendió que no hay nada que temer si te rodeas de seres que quieren lo mejor para ti.

Finalmente, mientras la luna comenzaba a esconderse entre las nubes, Valentina sintió que era hora de volver a casa. Todos se despidieron con abrazos.

"¡Vuelve pronto, Valentina! Siempre habrá una aventura esperando por vos." - dijo Vicente mientras flotaba.

Y así, con el corazón lleno de alegría, Valentina se despidió de sus nuevos amigos y despertó en su cama, bajo su manta, sonriendo. Realizó que a veces los mayores miedos pueden convertirse en las mejores experiencias si tienes el valor de enfrentarlos.

Valentina nunca olvidó su mágico sueño en el bosque. Desde entonces, cada vez que sentía miedo de algo nuevo, recordaba a Doña Melina, Vicente y Luna. Sabía que tenía el coraje para convertir sus miedos en aventuras.

Y así, cada noche antes de dormir, Valentina se prometía a sí misma que jamás dejaría que el miedo la detuviera.

FIN.

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