Aventura en el Reino de los Colores



En un día soleado, Diego, un niño curioso y aventurero, decidió salir al bosque para explorar. Sabía que su amigo animal, un loro llamado Lucho, siempre lo acompañaba en sus travesías. Mientras paseaban, Lucho comenzó a gritar emocionado.

- ¡Diego, mira! - dijo Lucho, señalando con su ala - ¡Hay un arcoíris extraordinario allí!

Diego miró en dirección del arcoíris y vio que había un camino que parecía llevar hacia él.

- ¡Vamos, Lucho! - exclamó Diego, con los ojos brillantes de emoción - ¡Quizás podamos descubrir un tesoro!

Los dos se apresuraron a seguir el camino multicolor. Al llegar al final del arcoíris, encontraron una bellísima puerta dorada.

- ¿Te imaginas qué habrá detrás? - preguntó Lucho, revoloteando nervioso.

- ¡Deberíamos abrirla! - dijo Diego mientras empujaba la puerta con cuidado.

Al abrirse, una luz brillante los envolvió y se encontraron en un mundo mágico lleno de colores vibrantes y criaturas fantásticas. Allí, conocieron a la Princesa Holly, quien estaba sentada en un banco bajo un enorme árbol de colores.

- ¡Hola! - saludó la princesa con una sonrisa amable. - Soy la Princesa Holly. Bienvenidos a mi Reino de los Colores.

- ¡Hola, Princesa Holly! - dijo Diego emocionado - Somos Diego y Lucho, venimos de un bosque cercano. ¡Es hermoso aquí!

- ¡Gracias! - respondió Holly - Pero hay un problema. El color azul se ha ido de nuestro reino y sin él, todo comienza a desvanecerse. Necesitamos ayuda para recuperarlo.

Diego miró a Lucho y luego a la princesa, sintiendo que debían ayudar.

- ¡Nosotros podemos ayudar a encontrar el color azul! - dijo Diego decidido.

La Princesa Holly sonrió feliz.

- ¡Eso sería maravilloso! Pero para ello, necesitamos encontrar las tres llaves mágicas que nos permitirán acceder al Lago Azul, donde se guarda el color. Cada llave está custodiada por diferentes guardianes.

- ¡Vamos, Lucho! - dijo Diego - ¡Aventuras, aquí vamos!

Pasaron por el Bosque Susurrante, donde conocieron al Guardián de la Sabiduría, un viejo búho.

- Para conseguir la primera llave, deben resolver este acertijo - dijo el búho con voz profunda:

"¿Qué es algo que siempre llega pero nunca se queda?"

Diego frunció el ceño pensando.

- ¡Es el mañana! - gritó.

- Correcto - dijo el búho mientras le entregaba la llave - Cuidado con el próximo guardián, es un poco difícil.

Continuaron su camino hasta llegar a un inhóspito desierto donde una Sphinx los esperaba con una sonrisa enigmática.

- Para obtener la segunda llave, deben responder una pregunta. ¿Qué tiene cuatro patas por la mañana, dos patas por la tarde y tres patas por la noche?

Diego y Lucho se miraron confundidos, pero luego Diego recordó.

- ¡Es un ser humano! - exclamó emocionado, pensando en cómo se arrastra de niño, camina de adulto y usa un bastón de anciano.

La Sphinx sonrió y le dió la segunda llave.

- Ahora, la última llave está en el corazón de la montaña. Tengan cuidado, el dragón es algo celoso - advirtió.

Diego, Lucho y Holly partieron hacia la montaña. Al llegar, vieron al dragón dorado roncando, protegiendo la llave. Diego tuvo una idea.

- Tal vez, en vez de robarle la llave, deberíamos pedirla - sugirió.

- ¡Buena idea! - afirmó Holly.

Diego se acercó al dragón.

- ¡Hola, noble dragón! - dijo con voz tranquila - Solo queremos la llave para ayudar a que todos los colores vuelvan a su hogar.

El dragón despertó y los miró con curiosidad.

- ¿Están tratando de traer de vuelta el color azul? - preguntó el dragón - Nadie lo ha hecho por años. Pero, ¿por qué debería confiar en ustedes?

- Porque venimos de un lugar donde los colores son importantes, y queremos ayudar - dijo Diego con sinceridad.

El dragón, conmovido, les dio la llave.

- Está bien, jóvenes amigos, los colores importan. Aquí la tienen.

Con las tres llaves, volvieron a la puerta dorada. Cuando las insertaron, el camino iluminó con una luz azul brillante, y un torrente de azules empezó a fluir hacia el reino.

- ¡Lo logramos! - gritaron juntos.

La Princesa Holly agradeció a Diego y a Lucho enérgicamente.

- Nunca olvidaremos su valentía y bondad, amigos. El color azul volvió gracias a ustedes. Ahora, cada vez que vean un arcoíris, recuerden que siempre hay una aventura esperándolos.

Y así, con corazones llenos de alegría y amistad, Diego y Lucho se despidieron de su nueva amiga y regresaron a su bosque, sabiendo que siempre podrían encontrar colores en su vida si estaban dispuestos a ayudar y a aventurarse.

FIN.

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