Aventura en El Valle Perdido
Era un hermoso día de sol cuando el grupo de alumnos del Aula Lila se preparó para una excursión muy esperada al centro de recuperación de El Valle Perdido en Murcia. Todos estaban emocionados y llenos de curiosidad por los animales que tendrían la oportunidad de conocer. Laura, la guía del lugar, los recibió con una gran sonrisa.
"¡Bienvenidos, chicos! Estoy muy emocionada de mostrarles todo lo que tenemos aquí. Aprenderemos sobre los animales de nuestra región y cómo cuidarlos" - dijo Laura mientras los guiaba hacia la primera parada: un pequeño erizo.
Los chicos se acercaron, fascinados.
"¿Puedo tocarlo?" - preguntó Tomás, estirando su mano con cuidado.
"No se puede, Tomás. Los erizos son muy delicados. Aquí tenemos que respetar su espacio y observarlo desde lejos. Pero puedo contarles que son insectívoros y ayudan a mantener el equilibrio en el ecosistema" - explicó Laura.
A medida que avanzaban, se detuvieron ante una tortuga mora, que con su caparazón duro descansaba al sol.
"¡Miren qué linda!" - exclamó Sofía.
"Las tortugas moras son muy importantes porque se alimentan de plantas que podrían crecer descontroladamente. Pero también están en peligro, por eso estamos aquí, para aprender a protegerlas" - añadió Laura.
Luego continuaron hacia una zona donde veían un jabalí y, más allá, una familia de flamencos que se paseaban en un pequeño estanque.
"¿Por qué son de color rosa?" - preguntó Juan.
"Los flamencos son rosa debido a una sustancia que se encuentra en los camarones y algas que comen. Por eso, cuidamos sus hábitats para que puedan seguir comiendo y manteniéndose saludables" - respondió Laura.
Después, se encontraron con un grupo de cabras montesas que saltaban de roca en roca.
"¡Mirá cómo brincan!" - gritó Valentina, saltando de alegría.
"Las cabras son muy fuertes y están adaptadas a vivir en áreas montañosas" - comentó Laura.
Mientras exploraban, llegaron a la zona de aves nocturnas. Un búho real los observaba con sus grandes ojos.
"¡Guau! ¡Miren ese búho!" - dijo Pablo.
"Los búhos son cazadores silenciosos y son fundamentales en la cadena alimentaria. Pero, como muchos otros animales, necesitan un ambiente seguro para vivir" - explicó Laura.
Justo cuando pensaban que el recorrido no podría ser más emocionante, se acercaron a un majestuoso águila y un enorme buitre que estaban en una jaula de recuperación.
"¡Increíble! ¿Son peligrosos?" - preguntó Sofía con un ligero temblor en la voz.
"No son peligrosos para nosotros si los respetamos. ¡Miren sus enormes alas! El águila es un símbolo de libertad, pero también es parte del equilibrio de la naturaleza, así que debemos cuidarlas para que puedan seguir volando" - contestó Laura.
A medida que el grupo avanzaba, Laura sintió que algo extraño sucedía. Un ruido de rasguños venía de un arbusto cercano. Laura hizo una señal para que los chicos se callaran. La curiosidad en sus ojos crecía tantísimo que ella no pudo evitar mostrarlos.
"¿Qué fue eso?" - susurró Juan.
De repente, un pequeño zorrito salió corriendo del arbusto, muy asustado.
"¡Miren!" - gritó Valentina.
"Pobrecito, parece que se perdió" - dijo Tomás.
"Eso sucede a veces. Los animales intentan encontrar su camino y a veces se desorientan. No podemos acercarnos ni asustarlo más. Es mejor dejarlo tranquilo y observar desde aquí" - aclaró Laura.
Con ternura, los chicos hicieron silencio, llenos de compasión. Esperaron a que el zorro se sintiera seguro y se alejara.
"Hoy aprendimos que todos los animales, por pequeños que sean, merecen respeto y protección. Esto es parte de lo que hacemos aquí, ayudar a que recobren su camino en la naturaleza" - finalizó Laura.
Los chicos, emocionados y con nuevos conocimientos, regresaron al aula lila, decididos a cuidar del planeta y sus habitantes. Sabían que, aunque eran solo niños, podían hacer la diferencia en el mundo.
Y así, con el corazón lleno de aventuras y la mente rebosante de nuevos aprendizajes, prometieron cuidar de la naturaleza y compartir lo que habían aprendido con sus familias y amigos.
FIN.