Aventura en la Cárcel Embrujada



Era una noche oscura y fría, y el reloj daba la hora: 3:00 AM. Agustín y Pablo, dos amigos inseparables desde la infancia, se encontraban frente a la antigua cárcel de Santa María, un lugar rodeado de leyendas y cuentos de fantasmas.

"No puedo creer que vamos a entrar aquí, Pablo. ¡Esto es increíble!" - exclamó Agustín, con una mezcla de emoción y un poco de miedo.

"Sí, pero recordá, ¡solo es una cárcel! No hay nada que temer. Además, somos valientes, ¿no?" - respondió Pablo, intentando sonar más confiado de lo que se sentía.

Los chicos cruzaron la puerta chirriante y se encontraron en un largo pasillo oscuro. Las sombras parecían bailar en las paredes y el eco de sus pasos resonaba como un susurro lejano de antiguas historias.

"Pablo, ¿escuchás eso?" - preguntó Agustín.

"Sí, son solo ruidos de la vieja cárcel. Nada de qué preocuparse" - respondió Pablo, aunque su voz temblaba un poco.

A medida que avanzaban, una extraña brisa cruzó el pasillo y de repente, una puerta se cerró de golpe detrás de ellos.

"¡Ay, no! Estamos atrapados" - gritó Agustín, asustándose.

"No, no, debemos mantener la calma. Revisemos las otras puertas" - dijo Pablo, tratando de ser el valiente de la situación.

Abrieron varias puertas, pero cada una los llevó a celdas vacías. De pronto, escucharon una risa en el aire.

"¿Qué fue eso?" - preguntó Agustín, mirando a su amigo.

"No lo sé, pero debemos averiguarlo. Quizás sea un espíritu bonito que necesita ayuda" - sugirió Pablo, imaginando que tal vez era una aventura de verdad.

Siguieron la risa y llegaron a un amplio salón lleno de luces tenues que brillaban como estrellas. En el centro, había un fantasma amistoso que parecía un poco triste.

"Hola, chicos. Soy Fantasmo Freddy. Llevo siglos aquí, esperando que alguien venga a ayudarme a encontrar la salida" - les dijo, con una voz suave.

"¿Cómo podemos ayudarte?" - preguntó Agustín, intrigado.

"Necesito que resuelvan un acertijo que me mantiene aquí. Si lo logran, seré libre y ustedes también podrán salir" - explicó Freddy, mientras flotaba alrededor de ellos.

El acertijo decía: 'En la noche oscura me puedes encontrar, en la luz del día no soy más que un espejito a brillar. ¿Qué soy?'

"Hmm, esto es complicado..." - pensó Pablo, mientras se pasaba la mano por la cabeza.

"¡Ya sé!" - gritó Agustín. "¡Es la luna!"

"¡Correcto!" - exclamó Freddy, aplaudiendo suavemente.

El fantasma sonrió, y una brillante luz iluminó la habitación.

"Gracias, amigos. Ahora soy libre y prometo cuidar de esta cárcel. Ustedes también pueden irse. La salida está a través de la puerta que se cerró antes" - les dijo.

Agustín y Pablo se sintieron aliviados y felices por haber ayudado a Freddy. Se despidieron de él y corrieron hacia la puerta, que se abrió lentamente.

"Fue la aventura más increíble de nuestras vidas, Agustín. ¡Y ayudamos a un fantasma!" - le dijo Pablo, sonriendo.

"Sí, y aprendimos que a veces nuestros miedos no son más que una ilusión. Con valentía y amistad, podemos enfrentar cualquier desafío" - respondió Agustín, contento de poder compartir esa experiencia con su mejor amigo.

Mientras salían de la cárcel, el sol comenzaba a salir, y los dos amigos sintieron que su aventura había cambiado algo en ellos. Nunca olvidarían la noche en que ayudaron al fantasma y aprendieron el verdadero significado de ser valientes.

Desde ese día, Agustín y Pablo se convirtieron en exploradores de lo desconocido, siempre dispuestos a ayudar a quienes lo necesitaban, ya sean humanos o seres mágicos. Y así, la cárcel embrujada dejó de ser un lugar temido y se transformó en un símbolo de su amistad y valentía.

FIN.

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