Aventura en la Casa de la Abuela



Un día soleado, Belinda decidió visitar a su abuela que vivía en un pequeño pueblo rodeado de árboles y flores. Había estado esperando esta visita todo el mes, porque además de disfrutar de las historias que le contaba su abuela, había escuchado que había una nueva mascota en la casa: una perrita blanca llamada Skai.

Cuando llegó, su abuela la recibió con un abrazo enorme, como siempre.

"¡Belinda! Qué alegría verte, te estaba esperando con una sorpresita", dijo su abuela, sonriendo.

"¡Hola, abuela! No puedo esperar a conocer a Skai", exclamó Belinda, emocionada.

Después de un rico almuerzo, en el que la abuela hizo su famoso guiso de lentejas, Belinda salió al patio, donde Skai estaba jugando con una pelota. La perrita era de un blanco brillante, con orejitas que se movían de un lado a otro mientras corría.

"¡Skai! ¡Sos la perrita más linda!", gritó Belinda, arrodillándose para acariciarla.

"Sí, es una excelente compañía. Me hace reír con sus travesuras", comentó la abuela.

"¿Puedo sacarla a pasear?", preguntó Belinda, sus ojos brillando de emoción.

"Claro, pero ten cuidado. Skai es muy curiosa y le encanta explorar."

Belinda le puso un collar a Skai y las dos salieron a pasear. Al principio todo iba bien: corrían por el sendero, jugando y riendo. Pero de repente, un gato negro apareció en su camino. Skai, al ver al gato, se puso muy emocionada y salió corriendo detrás de él.

"¡Skai, vuelve!", gritó Belinda, pero la perrita ya había desaparecido entre los arbustos.

"¿Dónde fuiste, amiga?", dijo Belinda, comenzando a sentirse un poco preocupada.

Belinda se adentró en el bosque, llamando a su perra.

"¡Skai! ¡Regresá aquí!" Las ramas se movían con el viento y los pájaros cantaban, pero no había rastro de Skai.

De repente, un ruido le hizo parar en seco. Se acercó con cautela y, detrás de un árbol, encontró a Skai atrapada en una enredadera.

"¡Oh, Skai! ¿Qué hiciste?", exclamó Belinda, apenada pero aliviada de encontrarla.

"¡Guau!" ladró Skai, moviendo la cola como si no le importara nada.

Belinda se arrodilló y comenzó a liberar a Skai con cuidado.

"Tenés que aprender a no correr detrás de gatos extraños, ¿no ves que podrías perderte?", le dijo mientras cortaba las ramitas con sus manos.

"¡Guau!" respondió la perrita, como si entendiera cada palabra.

"Eso es, ahora quedémonos juntas, por favor", dijo Belinda, abrazando a Skai una vez que estuvo libre.

Decidieron volver a casa, pero ahora Belinda tenía una misión. Quería enseñarle a Skai a no correr detrás de cosas que no conocía. Así que comenzaron a jugar en el patio con la pelota y el frisbee, haciéndola concentrarse en lo que tenía cerca.

"Vamos, Skai, aquí está la pelota. ¡Ven!" decía Belinda mientras la perrita corría feliz.

Esa tarde, Belinda se sintió muy orgullosa. Había aprendido a cuidar de su nueva amiga, y Skai había aprendido también la importancia de permanecer a su lado.

"Hoy ha sido un día de aventuras, Skai. ¡Y lo mejor es que estamos juntas!", concluyó Belinda.

Así pasaron la semana, explorando el campo, haciendo picnics en el jardín y aprendiendo la una de la otra. La abuela siempre estaba cerca, apoyando a su nieta en cada lección que ella compartía con Skai.

Finalmente, Belinda tuvo que volver a su casa, pero prometió que volvería pronto para seguir aprendiendo y pasándola bien con su perrita.

"Siempre estaré con vos, Skai", dijo al despedirse.

"¡Guau!" contestó la perrita, moviendo la cola con fuerza.

Aquel verano fue inolvidable y la amistad entre Belinda y Skai floreció como las flores en el jardín de la abuela, un amor verdadero lleno de aprendizajes y aventuras para siempre.

FIN.

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