Aventura en la Huerta Escolar



Había una vez, en un barrio lleno de colores y risas, un grupo de niños que iba a una escuela que tenía una maravillosa huerta. Entre esos niños estaba Tomi, un chico curioso y aventurero, que vivía con su familia cerca de una acequia que siempre corría con agua fresquita.

Un día soleado, la maestra Laura decidió llevar a todos los chicos a la huerta para aprender sobre las plantas y la importancia de cuidar el medio ambiente. Cuando llegaron, los niños se sorprendieron al ver tantas hortalizas y flores.

"¡Miren cuántos tomates!" -exclamó Valen, uno de sus amigos, mientras tocaba los brillantes frutos.

"Sí, y estos son pimientos, ¡los vamos a sembrar hoy!" -añadió la maestra, sonriendo.

Los chicos se pusieron manos a la obra. Cada uno recibió una pequeña planta y una tarea: plantar, regar y cuidar de su vegetal. Tomi estaba emocionado, pero después de un rato, empezó a notar que había mucha basura alrededor de la huerta.

"¡Esto no está bien!" -dijo inquieto. "Si dejamos todo sucio, nuestras plantas no crecerán bien. ¡Voy a hablar con mi familia!"

Esa tarde, Tomi llegó a casa y compartió su preocupación con su papá.

"Papá, en la huerta hay mucha basura. ¿Podemos ayudar a limpiarla?"

"Claro, hijo. Nosotros podemos también hacer una campaña para que nuestros vecinos se sumen. Así todos cuidamos el entorno."

Al día siguiente, Tomi, su papá y varios niñitos del barrio organizaron un gran día de limpieza. Todos se reunieron cerca de la acequia, donde habían encontrado plásticos y papeles flotando. Con guantes y bolsas, comenzaron a recoger la basura.

"¡Miren cuántas cosas encontramos!" -gritaba Valen, mostrando una botella de plástico.

"Esto no debería estar aquí." -dijo Ana, preocupada. "La acequia es un lugar que necesitamos cuidar porque da vida a muchas plantas y animales."

Con cada bolsa que llenaban, las caras de los niños se iluminaban al ver cómo la acequia se limpiaba y la huerta se veía más hermosa. La maestra Laura llegó justo a tiempo para ver el esfuerzo de los chicos.

"¡Qué gran trabajo, chicos! Por eso siempre les digo que cuidar de nuestro entorno es cuidar de nosotros mismos" -les dijo, emocionada.

De repente, mientras limpiaban, encontraron un pequeño sapo atrapado en unos plásticos.

"¡Ay, pobrecito!" -gritó Tomi. "Tenemos que ayudarlo."

Con mucho cuidado, liberaron al sapito, quien saltó felizmente hacia el agua de la acequia.

Esa noche, cuando Tomi se fue a dormir, soñó con su huerta llena de plantas sanas y un ambiente limpio. En su sueño, los animales de la acequia le agradecían por haberlos ayudado. Cuando despertó, estaba más decidido que nunca a cuidar su huerta y su barrio.

Días después, la huerta se llenó de tomates rojos, pimientos verdes y plantas altísimas. Tomi y sus amigos no solo aprendieron a sembrar, también aprendieron que la limpieza y el cuidado del medio ambiente son tareas de todos.

Y así, cada vez que alguien dejaba basura, un niño o una niña le decía:

"¡No! Eso no va ahí, ¡vamos a cuidarlo!"

Y así, año tras año, la huerta y la acequia se convirtieron en lugares llenos de vida, gracias a los esfuerzos de Tomi y sus amigos. Nunca olvidaron que cuidar el medio ambiente era una gran aventura que podían compartir juntos.

FIN.

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