Aventura en la Isla



Era una vez en un pequeño barrio de Buenos Aires, donde vivían Marcela y su mamá, Susana. Ambas soñaban con unas vacaciones que las llevaran muy lejos de la rutina diaria. Un día, mientras tomaban una merienda de facturas y mate, Marcela rompió el silencio.

"Mamá, ¿qué te parece si vamos a la República Dominicana? He escuchado que las playas son hermosas y hay muchas cosas para hacer".

Susana miró a su hija, sorprendida pero emocionada.

"¡Eso suena maravilloso! Pero, ¿cómo haremos para llegar?"

"Podemos buscar en Internet, seguro encontramos opciones" - respondió Marcela, llena de entusiasmo.

Decididas a hacer realidad su plan, comenzaron a investigar sobre la República Dominicana. Descubrieron que había playas de arena blanca, aguas cristalinas y una cultura vibrante. Pero también encontraron que era un viaje que requería ahorrar un poco de dinero y organizarse.

"Mamá, ¿y si hacemos una venta de garage? Podríamos vender juguetes y ropas que ya no usamos" - sugirió Marcela.

"Es una buena idea, querida. ¡Manos a la obra!" - dijo Susana, tomando el liderazgo.

La semana siguiente, con carteles coloridos y muchas ganas, montaron su venta de garage. Sus amigos y vecinos las ayudaron, y pronto el patio de su casa estaba lleno de gente. Venderon todos los juguetes, libros y ropa que ya no necesitaban, y la emoción crecía a medida que el dinero se acumulaba. Al final del día, habían ganado bastante.

"Usaremos este dinero para nuestras vacaciones, Marcela. ¡Estamos más cerca de nuestro sueño!" - exclamó Susana mientras contaba el dinero.

Con el dinero ahorrado y muchos planes en mente, comenzaron a organizar su viaje. Compraron pasajes de avión y una guía de viaje de la República Dominicana. Estaban ansiosas por conocer el lugar que tanto habían soñado.

El día de su viaje llegó, y al llegar al aeropuerto, las dos estaban llenas de alegría.

"Mirá, mamá, ¡el avión es enorme!" - dijo Marcela, intrigada.

Subieron al avión y, después de un emocionante vuelo, aterrizaron en la calidez tropical de la isla. El aire fresco y salado las recibió con los brazos abiertos. Al salir del aeropuerto, fueron recibidas por un simpático taxista que les mostró los mejores lugares de la ciudad.

"¡Bienvenidas a República Dominicana!" - gritó el taxista con una gran sonrisa.

"¿Es verdad que hay playas de arena blanca?" - preguntó Marcela con ojos relucientes.

Una vez instaladas en su hotel, se dirigieron directamente a la playa. El mar brillaba bajo el sol, y las dos se lanzaron a las olas.

"¡Es maravilloso!" - gritó Marcela mientras jugaba con las olas.

"¡Ojalá podamos quedarnos aquí para siempre!" - respondió Susana, feliz de ver a su hija disfrutar.

Mientras exploraban la isla, conocieron a muchos amigos nuevos, entre ellos, a un niño llamado Juan.

"¿Quieren ver cómo hacemos artesanías aquí?" - les preguntó Juan.

"¡Sí, por favor!" - contestaron al unísono.

Juan las llevó a su casa, donde su mamá les enseñó a hacer collares y pulseras con conchas marinas. Había un grupo de niños que jugaban juntos, y Marcela se unió a ellos, mientras que Susana conversaba con las mamás.

"La cultura aquí es tan diferente y hermosa" - comentó Susana.

"Aprendemos mucho cada día" - dijo una de las mamás.

"Así es, y a veces me sorprende lo que podemos descubrir al salir de nuestra zona de confort" - respondió Susana, asintiendo.

Al día siguiente, decidieron hacer una excursión para conocer la naturaleza de la isla. Al llegar a una reserva ecológica, se encontraron con una guía que les explicó la importancia de cuidar el medio ambiente y cómo podían ayudar a conservarlo.

"Cada acción cuenta, desde reciclar hasta ahorrar agua" - decía la guía.

"¡Podemos hacer eso en casa!" - dijo Marcela, emocionada.

"Sí, y podemos contarles a nuestros amigos lo que aprendimos" - añadió Susana.

Durante su viaje, no solo disfrutaron de las playas y la cultura local, sino que aprendieron lecciones valiosas sobre la amistad, la colaboración y la importancia de cuidar el medio ambiente. Cuando regresaron a casa, Sabían que su vida no sería la misma.

"Gracias por este viaje, mamá. ¡Fue increíble!" - comentó Marcela.

"Gracias a vos, hija. Fue un gran equipo. ¡A partir de ahora, nuestros sueños no tienen límites!" - respondió Susana, abrazándola.

Y así, el viaje a la República Dominicana se convirtió en una aventura inolvidable, llena de aprendizajes, sonrisas y la certeza de que siempre hay lugar para nuevos sueños en sus corazones.

FIN.

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