Aventura en la Playa



Era un hermoso día soleado y Blanca, Gregorio y Pablo decidieron ir a la playa con su perrita Cremita. Cuando llegaron, el mar brillaba como un espejo y la arena se sentía cálida bajo sus pies.

- ¡Miren! -dijo Blanca, señalando un enorme castillo de arena. - ¡Vamos a hacer uno más grande!

- ¡Sí! -exclamó Gregorio, entusiasmado. - Yo seré el arquitecto.

- Y yo me encargaré de las banderas -agregó Pablo, sonriendo. - ¡Cremita puede ser nuestra mascota real!

Cremita movió la cola feliz, como si estuviera lista para la aventura. Los tres amigos se pusieron manos a la obra, usando cubos y palas para juntar la arena. Celebraron cada torre que construían con risas y juegos.

Mientras estaban muy concentrados, Cremita decidió explorar y corrió hacia el mar.

- ¡Cremita, espera! -gritó Pablo, preocupado. - No te alejes tanto.

Pero Cremita no escuchó y se metió al agua. De repente, vio algo brillante en el fondo.

- ¡Miren! -dijo Gregorio, señalando a Cremita. - ¿Qué estará haciendo?

La perrita empezó a sacar del agua algo extraño. Cuando se acercó, todos vieron que era un viejo cofre lleno de conchas y piedras preciosas.

- ¡Guau! -dijo Blanca, asombrada. - ¡Es un tesoro!

- ¡Vamos a abrirlo! -exclamó Pablo.

Cremita esperaba a su lado, con su cola moviendo rápido. Cuando abrieron el cofre, se dieron cuenta de que no solo había conchas y piedras, sino también un mapa. El mapa tenía un camino dibujado hacia otra parte de la playa.

- ¡Aventurémonos a seguirlo! -propuso Gregorio.

Los amigos, emocionados, comenzaron su aventura siguiendo las indicaciones del mapa. Pasaron por rocas, gambeteando a otros niños que jugaban, y saltando sobre las olas.

Después de un rato, llegaron a un lugar donde había más tesoros: una gran cantidad de juguetes de playa abandonados.

- ¡Miren todo esto! -gritó Pablo. - ¡Podemos hacer una fiesta de juguetes!

- ¡Sí! -respondió Blanca. - Vamos a invitar a todos los chicos de la playa.

Y así fue, ellos se pusieron a organizar la fiesta. Invitaron a todos los que estaban jugando, y pronto el lugar estaba lleno de risas y alegría. Todos se divirtieron jugando con los juguetes y Cremita corría feliz entre los niños.

Pero al final del día, empezaron a recoger los juguetes para devolverlos a su lugar y no dejar ningún rastro.

- ¡Qué gran día hemos tenido! -dijo Gregorio al final, mientras todos recogían las cosas.

- Y todo gracias a Cremita -agregó Blanca, dándole una caricia a la perrita. - Ella es la mejor buscadora de tesoros.

- ¡Sí! -respondió Pablo. - Deberíamos venir a la playa cada semana.

- ¡Si, pero siempre cuidando a nuestro tesoro! -finalizó Gregorio.

Así, mientras el sol se ocultaba, los cuatro amigos regresaron a casa diarios llenos de aventuras por contar y de una amistad aún más fuerte.

FIN.

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