Aventura en la Selva y la Granja



Era un día soleado en el pequeño pueblo de Villa Verde, cuando dos amigos inseparables, Lía y Tomi, decidieron salir en una aventura. Lía era una niña curiosa y valiente, mientras que Tomi era un niño creativo y soñador. Juntos, siempre encontraban el modo de divertirse.

-Lía, ¿qué te parece si exploramos la selva? -propuso Tomi con una sonrisa.

-¡Sí! Pero primero pasemos por la granja, quiero ver a los animales. -respondió Lía.

Los dos amigos vivían cerca de una granja muy conocida por sus animales: vacas, ovejas, caballos y gallinas. Cuando llegaron, se encontraron con don Pedro, el granjero.

-¡Hola, chicos! ¿A dónde van tan apurados? -preguntó don Pedro.

-Vamos a explorar la selva, pero primero queremos conocer a los animales de la granja. -contestó Lía.

-¡Claro! Vengan, les presentaré a mis amigos. -dijo don Pedro con entusiasmo.

Mientras caminaban, don Pedro les contó historias sobre cada animal:

-Estas son las vacas, producen la leche que tomamos cada día. -explicó. -Y esas ovejas son muy suaves, pero necesitan ser esquiladas en invierno.

Lía y Tomi dieron de comer a las gallinas y se acercaron a los caballos. Tomi tuvo una idea brillante.

-Oye, Lía, ¿y si llevamos algunas verduras de la granja para dárselas a los animales en la selva? -sugirió Tomi.

-¡Eso es genial! Así podemos aprender más sobre ellos. -dijo Lía emocionada.

Una vez llenos de zanahorias y lechugas, los amigos se despidieron de don Pedro y se dirigieron hacia la selva. Cuando llegaron, la selva era un lugar mágico, lleno de sonidos y colores.

-¡Qué hermoso! -exclamó Lía mientras observaba los altos árboles y las vibrantes flores.

-¡Y mira! ¡Hay un tucán! -señaló Tomi.

Los niños se sentaron en un tronco y fueron sacando las verduras de la mochila.

-Oh, miren quién viene. -dijo Lía mirando hacia un arbusto.

De pronto, un grupo de monos apareció, haciendo saltos y gritos. Eran juguetones y curiosos.

-¡Hola, amigos! -gritó Lía.

-¿Tienen algo para comer? -preguntó uno de los monos -Se hace muy difícil encontrar comida aquí.

-¡Claro! -dijo Tomi emocionado. -Tomen estas zanahorias.

Los monos se abalanzaron sobre la comida, saltando y aplaudiendo de felicidad.

-¡Gracias, gracias! -decían mientras se devoraban las zanahorias.

Pero, de repente, uno de los monos, llamado Bongo, se quedó mirando algo en la distancia.

-¿Qué sucede, Bongo? -preguntó Lía.

-Es que tengo mucha hambre y vi un banano colgando del árbol allá arriba. -respondió el mono preocupado.

-¡Podemos ayudarlo! -gritó Tomi. -Si todos empujamos, tal vez podamos hacer que una rama porte el banano. ¡Vamos todos!

Los niños y los monos se pusieron a trabajar en equipo. Después de varios intentos, finalmente lograron hacer que el banano cayera al suelo.

-¡Lo hicimos! -gritó Lía con alegría. -Ahora, Bongo, disfruta de tu banano.

Bongo estaba tan agradecido que invitó a todos a jugar un juego de escondidas.

-¡Yo cuento primero! -dijo Bongo, y comenzó a contar mientras los otros se escondían.

Después de un rato de diversión, los niños se despidieron de sus nuevos amigos y decidieron regresar a casa, llenos de historias para contar.

-Lía, hoy fue increíble. Aprendimos sobre los animales de la granja y también sobre los de la selva. -dijo Tomi mientras caminaban de regreso.

-Sí, me di cuenta de que todos los animales son importantes y merecen cuidados. -afirmó Lía con una sonrisa.

Cuando llegaron a sus casas, Lía y Tomi estaban tan emocionados que contaron a sus familias sobre su día de aventuras.

-¡Quiero volver a la selva y a la granja! -dijo Lía mientras tomaba un vaso de leche.

-Y también quiero seguir aprendiendo sobre todos los animales. -agregó Tomi.

Y así, con sus corazones llenos de alegría y un gran aprendizaje, se fueron a dormir soñando con sus próximas aventuras.

FIN.

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