Aventura en la Tierra de los Antepasados



Era una mañana soleada en Buenos Aires cuando Santiago, un niño curioso de diez años, conoció a Victoria, una chica nueva en su escuela que había llegado de España. Tenía un aire misterioso y una sonrisa que iluminaba el aula. Durante un recreo, Santiago se acercó a ella.

"¡Hola! Me llamo Santiago. ¿De dónde sos?" - preguntó con interés.

"Soy de un pequeño pueblo en España, se llama Sanabria. Mis abuelos vivieron allí toda su vida" - respondió Victoria, y sus ojos brillaron al hablar de su tierra.

Santiago se sintió fascinado. Siempre había soñado con viajar y conocer nuevos lugares, y de repente, se encontró planeando una aventura increíble.

"¿Te gustaría que fuéramos juntos a España?" - propuso él, sin pensarlo dos veces.

Victoria sonrió y, tras un instante de duda, exclamó:

"¡Sería fantástico! Mis padres podrían llevarnos durante las vacaciones de verano."

Las semanas pasaron volando, y con la ayuda de sus familias, finalmente lograron organizar el viaje. Al llegar a España, el aire fresco y el aroma a tierra mojada les dieron la bienvenida. Santiago no podía contener su emoción.

"¡Mirá esas montañas! ¡Y esos edificios antiguos!" - gritó Santiago, señalando hacia un horizonte lleno de magia.

El primer destino fue el pueblo de Sanabria. Allí, las calles eran estrechas y estaban empedradas, llenas de historias que parecían susurrar en el viento. Victoria le mostró a Santiago la antigua plaza del pueblo.

"Aquí, en esta plaza, mis abuelos solían contarme leyendas sobre los antiguos reyes y guerreros" - decía Victoria mientras señalaba un árbol gigante.

Santiago escuchó con atención cada una de las historias, sintiendo cómo los lazos de la amistad y la historia se entrelazaban en su corazón. A medida que exploraban, se enfrentaron a pequeños desafíos, como ayudar a un anciano a encontrar su perro perdido y organizar una fiesta local donde debían preparar una comida típica.

Un día, mientras paseaban cerca de un río, encontraron una pequeña cabaña.

"¿Entramos?" - preguntó Santiago, mordiéndose el labio, un poco asustado.

"¡Vamos! Podríamos encontrar tesoros ocultos" - animó Victoria, y juntos se adentraron en la cabaña. Dentro, encontraron un viejo mapa. Santiago lo recogió del suelo y lo observó detenidamente.

"¡Mirá! Parece que lleva a un lugar en el bosque. ¿Vamos a seguirlo?" - dijo emocionado.

Victoria dudó un instante, pero la curiosidad ganó.

"Sí, será una aventura. Vamos a ver qué encontramos" - respondió, dispuesta a seguir a su nuevo amigo.

Así, Santiago y Victoria se adentraron en el bosque siguiendo el mapa, llenos de asombro y entusiasmo. A medida que se adentraban, comenzaron a notar cosas curiosas: árboles torcidos, piedras que parecían tener formas de animales, y flores que nunca habían visto.

Finalmente, llegaron a un claro donde, para su sorpresa, encontraron un pequeño pozo de agua cristalina rodeado de flores.

"Esto debe ser un lugar especial" - susurró Santiago.

"Tal vez esta sea una de las leyendas que mi abuelo me contaba" - respondió Victoria llena de emoción.

Mientras jugaban y exploraban, se dieron cuenta de que habían construido un lazo más fuerte que la amistad, lleno de respeto por sus raíces y la historia que compartían. Bajo la sombra de un gran árbol, decidieron sentarse y soñar en voz alta lo que querían ser en el futuro.

"Quiero ser exploradora y contar historias de aventuras" - dijo Victoria, con los ojos llenos de determinación.

"Y yo un inventor, para crear cosas que mejoren la vida de las personas" - contestó Santiago con entusiasmo, mientras comenzaban a dibujar sus sueños en el suelo con palos y hojas.

A medida que los meses pasaban, su viaje se volvió más que una simple aventura; se convirtió en una búsqueda personal donde descubrieron fuerza en su amistad y valor para enfrentar desafíos. Aprendieron sobre la importancia de sus orígenes y cómo cada historia contribuye a quien somos.

Al finalizar los tres meses, al mirar el paisaje desde un cerro, Santiago y Victoria se dieron cuenta de que no solo habían recorrido los pueblos de sus antepasados, sino que también habían creado su propia historia, llena de alegría y aprendizajes.

"¡Prometamos volver algún día!" - sugirió Santiago.

"¡Lo prometo! Mientras tanto, contemos nuestras historias a todos" - respondió Victoria, con una sonrisa, mientras el sol se ponía detrás de ellos, iluminando el cielo con colores dorados.

Con su corazón lleno de memorias y nuevas historias por contar, partieron hacia casa, convirtiendo cada detalle del viaje en un tesoro que guardarían por siempre en sus corazones.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!