Aventuras de Santino y Pako


Había una vez un niño llamado Santino que vivía en un pequeño pueblo. Santino era un niño muy curioso y aventurero, siempre estaba buscando nuevas formas de divertirse.

Pero lo que más le gustaba era pasar tiempo con su fiel amigo, Pako, un perro juguetón y leal. Un día soleado, Santino decidió llevar a Pako a la plaza del pueblo para jugar y disfrutar del aire libre.

Al llegar a la plaza, se encontraron con muchos niños jugando al fútbol. Santino no podía resistir la tentación de unirse al juego. "¡Mira Pako! ¡Vamos a jugar al fútbol!", exclamó emocionado Santino.

Pako movió su cola emocionado mientras observaba cómo los niños pateaban el balón de un lado a otro. Sin embargo, había algo diferente en este partido: uno de los equipos tenía solo cuatro jugadores y necesitaban uno más para completar el equipo.

"¡Hey tú! ¿Quieres jugar con nosotros?", preguntó uno de los niños señalando a Santino. Santino miró sorprendido hacia atrás, pensando si realmente le estaban hablando a él. "¿A mí?", respondió tímidamente Santino. "¡Sí! Ven y únete a nuestro equipo", dijo el niño animándolo.

Santino sonrió ampliamente y aceptó la invitación encantado. Se puso las zapatillas y corrió hacia el campo para comenzar el juego junto a sus nuevos amigos. El partido fue muy emocionante; todos corrían tras el balón tratando de meter goles.

A pesar de ser nuevo en el equipo, Santino demostró ser un buen jugador. Corría, driblaba y pateaba con todas sus fuerzas. "¡Muy bien, Santino!", exclamó uno de los niños mientras le daba un golpecito en la espalda.

Pako lo observaba desde el costado del campo, moviendo su cola de alegría al ver a su amigo disfrutar tanto. Pero de repente, algo inesperado ocurrió: Santino se tropezó y cayó al suelo, lastimándose el tobillo. "Ay...

me duele mucho", dijo Santino mientras lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos. Los niños se acercaron preocupados a ayudarlo y Pako también corrió hacia él para consolarlo. Uno de los chicos sugirió llevarlo a la enfermería que estaba cerca de la plaza.

Después de unos minutos, llegaron a la enfermería y una amable enfermera revisó el tobillo de Santino. Afortunadamente, no fue nada grave, solo un esguince leve. La enfermera vendó el tobillo y le dio algunas recomendaciones para que pudiera sanar pronto.

Mientras tanto, Pako no dejaba de lamerle la cara como si quisiera decirle "todo estará bien". Con el tobillo vendado pero aún adolorido, Santino tuvo que quedarse sentado en un banco mientras los demás continuaban jugando al fútbol.

Sin embargo, esto no desanimó a nuestro valiente protagonista. Santino decidió animarse y aprovechar ese tiempo para aprender algo nuevo: dibujar.

Sacó una hoja y unos lápices del bolsillo trasero de su pantalón y comenzó a dibujar todo lo que veía en la plaza: los árboles, las flores y hasta su querido perro Pako. Mientras Santino estaba absorto en su dibujo, un grupo de niños se acercó curioso a ver qué estaba haciendo.

Quedaron impresionados con sus habilidades artísticas y comenzaron a hacerle preguntas sobre cómo aprendió a dibujar tan bien. Santino sonrió y les contó que siempre había amado el arte y que nunca antes había tenido la oportunidad de compartirlo con otros niños.

Los chicos estaban encantados y le pidieron si podía enseñarles algunos trucos para dibujar mejor. Desde ese día, Santino se convirtió en el profesor de arte improvisado de la plaza.

Todos los días después del colegio, él y los demás niños se reunían para aprender nuevas técnicas de dibujo y pintura. Pako también participaba en las clases, moviendo su cola como si supiera que era parte importante del proceso creativo.

Juntos, creaban hermosas obras de arte que adornaban las paredes de la plaza. La historia de Santino y Pako nos enseña que incluso cuando las cosas no salen como esperamos, siempre hay una oportunidad para descubrir nuevos talentos y ayudar a los demás.

Además, nos recuerda lo importante que es tener amigos leales como Pako que nos apoyen en cada paso del camino.

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