Aventuras en el aire



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, una niña llamada Marcela que soñaba con volar. Desde muy pequeña, se pasaba horas mirando los aviones pasar por el cielo y soñando con estar dentro de uno.

Un día, mientras jugaba en el jardín de su casa, vio algo brillante entre los arbustos. Se acercó curiosa y descubrió un pequeño avión de juguete abandonado. Lo recogió emocionada y decidió llamarlo —"Toledo" , como su héroe aviador favorito.

Marcela llevó a Toledo a todas partes y juntos vivieron muchas aventuras imaginarias. Pero ella anhelaba experimentar la verdadera sensación de volar en un avión real.

Una tarde, mientras paseaban por el parque del pueblo, Marcela encontró a su amiga Nahomi llorando cerca del estanque. Se acercó preocupada y le preguntó qué le pasaba. "Mi gato Briana ha desaparecido", sollozó Nahomi. "No te preocupes, Nahomi. Vamos a encontrarla", respondió Marcela decidida.

Juntas comenzaron a buscar alrededor del parque, llamando a Briana por su nombre. Después de mucho buscar, escucharon un maullido proveniente del árbol más alto del parque. Miraron hacia arriba y vieron a Briana temblando sobre una rama alta.

"¡Oh no! ¿Cómo vamos a hacer para bajarla?", preguntó Nahomi angustiada. "Tengo una idea", dijo Marcela con una sonrisa traviesa. Marcela sacó su avión Toledo del bolsillo y lo lanzó al aire.

Para su sorpresa, el avión comenzó a crecer rápidamente hasta convertirse en un avión de verdad. "¡Increíble!", exclamaron Marcela y Nahomi al unísono. Marcela subió a Toledo junto a Nahomi y juntas volaron hacia el árbol donde se encontraba Briana.

Con habilidad, Marcela maniobró el avión para acercarse lo suficiente como para que Nahomi pudiera rescatar al gato asustado. Una vez que Briana estuvo a salvo en los brazos de Nahomi, Marcela hizo descender lentamente el avión hasta posarlo suavemente en el suelo del parque.

El avión volvió a su tamaño original de juguete y las niñas bajaron emocionadas. "Gracias, Marcela. No sé qué haría sin ti", dijo Nahomi abrazando a su amiga.

"No hay nada que no podamos hacer juntas", respondió Marcela con una sonrisa llena de confianza. Desde ese día, Marcela siguió soñando con volar en un avión real algún día, pero aprendió que la verdadera magia estaba en la amistad y en ayudar a los demás.

Y así, junto con Nahomi y Briana, vivieron muchas aventuras más sabiendo que siempre estarían ahí uno para el otro.

Y aunque Marcela nunca llegó a ser piloto de aviación profesional, siempre recordaría aquel increíble vuelo junto a su fiel amigo Toledo y cómo lograron salvar al gato Briana.

FIN.

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