Aventuras en el Apartamento



Hace algunos años, en una bulliciosa ciudad de Lima, vivía una estudiante llamada Ana. Ana era conocida por su risa contagiosa y su amabilidad. Compartía su vida diaria con su mejor amiga Liz, a quien había conocido desde que eran pequeñas en el colegio. Las dos eran inseparables, y desde que se mudaron a la ciudad para estudiar en la universidad, sus aventuras solo habían comenzado.

Un día, mientras tomaban un café en la cocina de su pequeño apartamento, Liz le dijo:

"Ana, ¿te imaginas si tuviéramos nuestro propio negocio? Podríamos vender de todo, desde galletas hasta ropa hecha a mano."

"¡Sí! Eso sería increíble! Pero, ¿por dónde empezamos?" respondió Ana, con una chispa de emoción en sus ojos.

A partir de esa conversación, las chicas decidieron que querían llevar a cabo su sueño. Comenzaron a hacer galletas y las vendían a sus compañeros de clase. Al principio, fue un desafío, pues no estaban seguras de los precios ni de cómo atraer a los clientes.

"¿Qué tal si hacemos volantes y los pegamos por toda la universidad?" propuso Liz.

"¡Buena idea!" dijo Ana, entusiasmada. Así que se pusieron a trabajar rápidamente y, en poco tiempo, su primer lote de galletas se agotó.

Con cada venta, se dio cuenta de que gustaban mucho. Las chicas empezaron a ganar algo de dinero y, al mismo tiempo, fortalecieron su amistad, trabajando juntas codo a codo.

Sin embargo, no todo fue tan fácil. Un día, mientras estaban en la cocina, Liz se distrajo con su teléfono y derramó una mezcla de harina por todo el lugar.

"¡Oh no! ¡Mirá lo que hice!" exclamó Liz, con una mezcla de risa y desespero.

"No te preocupes, ¡solo es un poco de harina! Vamos a limpiar y seguir adelante," dijo Ana, riendo mientras la ayudaba a limpiar.

A pesar de los contratiempos, su entusiasmo nunca decayó. Empezaron a experimentar con diferentes recetas, incluyendo galletas de chocolate, vainilla y hasta galletas decoradas. Cada vez que hacían algo nuevo, se llenaban de alegría al ver las sonrisas en las caras de sus compañeros al probar sus creaciones.

Un día, una profesora de la universidad se acercó a ellas y les dijo:

"Chicas, sus galletas son deliciosas. Me gustaría que participen en la feria del emprendimiento de la universidad. Creo que podrían tener mucho éxito."

"¡Sería un sueño hecho realidad!" gritaron ambas al unísono, mientras sus ojos brillaban de emoción.

Trabajaron arduamente para prepararse para la feria. No solo vendieron galletas, sino que también comenzaron a ofrecer otros productos creativos que habían aprendido a hacer en sus ratos libres. La feria fue un gran éxito, y lograron vender casi todo lo que habían traído.

Al final del día, mientras contaban las ganancias, Liz miró a Ana y dijo:

"No puedo creer lo lejos que hemos llegado. No solo hemos logrado vender nuestras galletas, sino que hemos aprendido a trabajar en equipo y a creer en nosotras mismas."

"Así es, Liz. Lo más importante es que nunca dejamos de apoyarnos la una a la otra."

Ana y Liz se dieron cuenta de que, más allá de las galletas, habían construido un vínculo inquebrantable a lo largo de su camino como emprendedoras. Aprendieron que no solo se trataba de alcanzar sueños, sino también de disfrutar cada paso de la aventura juntas.

Y así, entre risas, harina y muchas galletas, las amigas siguieron con sus estudios y sus pequeños negocios, siempre con la certeza de que navegando juntas, siempre sería más divertido y fácil enfrentarse a los desafíos de la vida.

FIN.

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