Aventuras en el Bosque


En lo más profundo del gran bosque vivía El otoño, un zorro curioso y travieso que siempre estaba en busca de aventuras.

Un día, mientras perseguía una mariposa colorida, se alejó tanto de su madriguera que terminó perdiéndose por completo. El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte y El otoño se dio cuenta de que ya no reconocía nada a su alrededor. Se sentó en una roca y empezó a llorar desconsoladamente, sintiéndose solo y asustado.

De repente, escuchó unos pasos acercándose. Era Luna, una sabia lechuza que había notado la tristeza del zorro y decidió acercarse para ayudarlo. "¿Qué te pasa, pequeño zorro?" -preguntó Luna con voz calmada.

El otoño levantó la mirada y entre sollozos le contó cómo se había perdido persiguiendo a la mariposa. Luna sonrió con ternura y le dijo:"No te preocupes, yo te ayudaré a encontrar el camino de regreso a casa.

Pero primero debes aprender a orientarte en el bosque. "Luna pasó horas enseñando al zorro los secretos del bosque: cómo leer las estrellas para ubicarse, qué plantas eran comestibles y cuáles debía evitar, cómo distinguir el norte del sur por la posición del sol.

Con paciencia y dedicación, El otoño fue absorbiendo cada enseñanza de Luna como una esponja. Pronto se convirtió en un experto navegando el bosque y recuperando su confianza perdida.

Un día, mientras caminaban juntos por el bosque, escucharon unos gritos desesperados provenientes de un claro cercano. Se acercaron corriendo y encontraron a Lila, una pequeña ardilla atrapada en una red dejada por cazadores furtivos.

Sin dudarlo un segundo, El otoño puso en práctica todo lo aprendido de Luna: usó las estrellas para ubicar rápidamente al norte e identificó plantas con hojas afiladas para cortar la red sin lastimar a Lila. La ardilla quedó libre y les dio las gracias emocionada.

Desde ese día, los tres amigos exploraban juntos el bosque, ayudando a otros animales necesitados y compartiendo sus conocimientos para hacer del lugar un sitio más seguro para todos.

Y así fue como El otoño descubrió que perderse no siempre es malo si uno tiene la valentía de pedir ayuda y aprender de cada experiencia vivida.

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