Aventuras en el Bosque Encantado



Era un soleado día en la ciudad de Rosario, y Patricio, un niño de 6 años, estaba emocionado. Había terminado el jardín de infantes y estaba ansioso por jugar con su mejor amigo, un valiente cachorro llamado Mylo. Mylo era un perro de pelaje marrón con manchas blancas y tenía una energía desbordante.

"¡Vamos a jugar al parque, Mylo!" - dijo Patricio, con los ojos brillantes de entusiasmo.

"¡Guau! ¡Eso suena genial!" - ladró Mylo, moviendo su cola con alegría.

Pero esa mañana, algo extraordinario ocurrió. Mientras exploraban el bosque detrás de su casa, Patricio y Mylo encontraron una puerta misteriosa entre los árboles.

"¿Qué será eso, Mylo?" - preguntó Patricio, acercándose con curiosidad.

"¡No lo sé, pero debemos averiguarlo!" - contestó Mylo, intrigado.

Se miraron mutuamente y, con un empujón de valentía, decidieron abrir la puerta. Al cruzarla, se encontraron en un mundo mágico lleno de colores vibrantes y criaturas fantásticas. Las flores hablaban, los árboles tenían ojos y un río de caramelos serpenteaba a su alrededor.

"¡Wow! ¡Estamos en un lugar mágico!" - exclamó Patricio.

"¡Guau! ¡Mirá esas criaturas!" - dijo Mylo, señalando un grupo de pequeños duendes que volaban alrededor de las flores.

Los duendes se acercaron y, con una sonrisa traviesa, dijeron:

"¡Hola, niños! Bienvenidos al Bosque Encantado. ¿Quieren vivir una aventura?"

"¡Sí, sí!" - respondió Patricio, saltando de emoción.

"¡Contame, contame!" - agregó Mylo, moviendo la cola.

Los duendes les explicaron que había una mágica brújula que se había perdido y que, sin ella, el Bosque Encantado iba a perder su magia. Decididos a ayudar, Patricio y Mylo se propusieron encontrar la brújula.

"¿Dónde la vimos por última vez?" - preguntó Patricio a los duendes.

"Cerca de la montaña brillante, pero cuidado, hay un dragón que custodia la brújula" - advirtió uno de los duendes.

"¡No tenemos miedo!" - dijo Mylo, mostrando su valentía.

Así que, con determinación, Patricio y Mylo emprendieron su camino hacia la montaña brillante. En el camino, enfrentaron varios retos: atravesaron un puente hecho de arcoíris, ayudaron a una tortuga a cruzar el lago, y se dieron un festín con frutas mágicas que les dieron fuerzas.

"Mirá, Patricio, ¡somos un gran equipo!" - dijo Mylo, mientras saltaban juntos.

Finalmente llegaron a la montaña brillante y encontraron al dragón, que parecía más triste que feroz.

"¿Por qué estás triste, dragón?" - preguntó Patricio, acercándose con ternura.

"Perdí mi brillo y no puedo cuidar de la brújula sin él..." - respondió el dragón, con una lágrima que brillaba como una estrella.

Patricio y Mylo entendieron que el dragón necesitaba ayuda y decidieron encontrar una forma de devolverle su brillo.

"¿Te gustaría que te apoyemos a buscar el brillo perdido?" - ofreció Patricio.

"¡Claro! Me encantaría tener ayuda" - respondió el dragón, sintiéndose aliviado.

Los tres emprendieron una nueva aventura en busca de la luz perdida. Juntos exploraron cuevas llenas de cristales que brillaban, convinieron acertijos de hadas y encontraron un estanque mágico donde el agua iluminaba todo a su alrededor.

"Es increíble aquí, dragón" - dijo Patricio.

"Sí, pero aun no hemos encontrado mi brillo" - lamentó el dragón.

Después de un rato, encontraron un objeto reluciente bajo el agua que parecía el brillo del dragón. Patricio, decidido a ayudar, zambulló su mano en el agua y lo tomó.

"¡Aquí está, lo encontré!" - gritó con alegría.

"¡Guau! ¡Lo lograste, Patricio!" - ladró Mylo emocionado.

El dragón, al recibir su brillo, comenzó a resplandecer nuevamente. "¡Gracias! Ahora puedo cuidar la brújula. Ustedes son verdaderos amigos." - dijo, deslumbrado de felicidad.

Ya con el brillo y la brújula en su poder, Patricio, Mylo y el dragón regresaron a los duendes, quienes celebraron su victoria.

"Lo lograron, héroes del Bosque Encantado!" - gritó uno de los duendes.

Finalmente, Patricio y Mylo regresaron a casa. Al cerrar la puerta detrás de ellos, prometieron seguir viviendo aventuras.

"¿Te gustaría regresar mañana, Mylo?" - preguntó Patricio, sonriendo.

"¡Definitivamente, Patricio! ¡Vamos a tener más momentos mágicos juntos!" - respondió su fiel amigo, mientras ambos miraban al horizonte con ilusión.

Y así, Patricio y Mylo aprendieron que la verdadera magia se encuentra en la amistad y en el valor de ayudar a los demás.

Los días pasaron, y cada vez que la puerta mágica se abría, nuevas aventuras y desafíos los esperaban, llenando sus corazones de alegría y aprendizajes, mientras descubrían que cada día era una nueva oportunidad para ser héroes, no solo en el Bosque Encantado, sino también en su vida cotidiana.

FIN.

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