Aventuras en el Bosque Frío



Era un hermoso sábado de primavera, y Kenya, una niña curiosa y aventurera, decidió salir a explorar el bosque con sus dos mejores amigas, Camila y Sofía. Las tres tenían una sonrisa brillando en sus rostros y una mochila llena de deliciosos sándwiches y jugos. Al entrar al bosque, el sol iluminaba las hojas de los árboles y el canto de los pájaros llenaba el aire.

"¡Miren qué grande es este árbol!" - exclamó Kenya, señalando un roble gigante.

"¡Vamos a verlo de cerca!" - respondió emocionada Camila.

Las tres se acercaron al árbol y empezaron a explorar su alrededor. Sin embargo, sumergidas en la belleza del lugar y en sus risas, no se dieron cuenta de que se habían alejado del sendero. Cuando miraron hacia atrás, ya no reconocían el camino.

"¿Dónde estamos?" - preguntó Sofía, un poco asustada.

"No sé... creo que tenemos que volver por donde vinimos" - dijo Kenya tratando de sonar segura.

Los árboles cada vez se veían más altos y el frío empezaba a apoderarse del ambiente. Las tres amigas se tomaron de las manos, decididas a encontrar el camino de regreso. Después de caminar un rato, se encontraron con una bifurcación.

"¿Y ahora qué hacemos?" - preguntó Sofía, mirando a su alrededor.

"Podemos elegir el camino de la derecha o el de la izquierda. ¿Cuál elegimos?" - sugirió Camila, un poco confundida.

"Creo que debemos elegir lo que parezca más familiar" - dijo Kenya, recordando en qué dirección habían venidos antes.

Las tres decidieron optar por la derecha y comenzaron a caminar. El frío comenzó a apretar, pero sus corazones latían con fuerza ante la posibilidad de encontrar el camino a casa. Después de un buen rato, llegaron a un pequeño claro. Allí, descubrieron un arroyo cristalino que sonaba alegremente.

"¡Miren!" - gritó Sofía. "Podemos beber agua, pero... ¿y si hay algún animal?"

"No te preocupes, Sofi. Siempre debemos ser cuidadosas, pero la naturaleza es en general muy amigable" - respondió Camila con confianza.

Las niñas se acercaron al arroyo y tomaron un sorbo de agua fresca.

"¡Está deliciosa!" - exclamó Camila.

"No hay nada como el agua de un arroyo en el bosque" - rió Kenya.

Después de refrescarse un poco, se sentaron en una roca y comenzaron a pensar.

"¿Qué tal si hacemos una fogata? Así nos mantenemos calientes y podemos comer" - sugirió Kenya con entusiasmo.

"Pero no tengo fósforos" - se quejó Sofía.

"Tampoco yo, pero podemos intentar hacerla con palos. Mis papás me enseñaron una vez" - respondió Camila.

Las tres amigas comenzaron a recolectar ramas secas y pequeños troncos. Se juntaron unas piedras, y con mucho esfuerzo y alegría trataron de hacer una fogata. Aunque al principio no funcionó, se dieron ánimo la una a la otra y siguieron intentando. Después de varios intentos, ¡la madera comenzó a arder!"¡Lo logramos!" - gritó Sofía, saltando de felicidad.

Mientras la fogata crecía, prepararon sus sándwiches, compartieron risas y contaron historias. El chirrido de la madera y el brillo del fuego les dio confianza, y la calidez hizo que el miedo desapareciera.

"Saben, estoy muy orgullosa de nosotras. A pesar de que nos perdimos, estamos juntas y hemos aprendido a trabajar en equipo" - dijo Kenya, mirando a sus amigas.

De pronto, el sonido de unas hojas rompidas hizo que miraran hacia el bosque.

"¿Qué fue eso?" - preguntó Sofía, sintiéndose nerviosa.

"Tal vez sea un animal... o tal vez es alguien que nos está buscando," - sugirió Camila.

De repente, un perro apareció corriendo entre los árboles.

"¡Miren!" - gritó Kenya, señalando al animal visitante. "Puede ser un perrito perdido. Debemos ayudarlo!"

Las amigas se acercaron al perro con cuidado. El perro, que lucía amigable, movía la cola y les ladraba felizmente.

"¿Creen que nos puede ayudar a encontrar el camino?" - propuso Sofía.

"¡Claro! Vamos a seguirlo" - dijo Kenya entusiasmada.

Regresaron al sendero, y el perro las guiaba con alegría. Después de un rato, comenzaron a escuchar voces. ¡Era la familia de Kenya, buscando a sus amigas!"¡Kenya! ¡Camila! ¡Sofía!" - llamaron al unísono.

Las tres gritaron de felicidad y corrieron hacia el sonido.

"¡Estamos aquí!" - gritó Kenya despidiéndose del perro, que las miraba con cariño antes de correr hacia el bosque.

"¿Dónde estaban?" - preguntó la mamá de Kenya, aliviada y feliz de encontrarlas.

"Estábamos explorando pero nos perdimos. ¡Pero aprendimos a hacer fuego y a trabajar en equipo!" - respondió Kenya con una gran sonrisa.

Ese día, Kenya, Camila y Sofía no solo regresaron a casa, sino que también aprendieron la importancia de la amistad, la valentía y lo valioso de trabajar juntas para superar los desafíos. Y cuando miraban hacia el bosque desde la seguridad de su hogar, sabían que un nuevo día traería más aventuras, esta vez, ¡con un mapa en mano!

Y así terminaba su aventura en el bosque frío, pero el recuerdo de lo que vivieron las acompañaría siempre.

FIN.

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