Aventuras en el Tiempo



Era una vez un niño llamado Tomás, que soñaba con ser un gran explorador. Cada tarde, después de la escuela, se sentaba en su rincón favorito del parque, cargado de su cuaderno y lápices de colores, listo para imaginar aventuras imposibles.

Un día, al abrir su antiguo cuaderno, se encontró un raro dibujo que nunca había hecho: un reloj que parecía brillar con luces de colores. Curioso, comenzó a dibujar más sobre él. Pero cuando terminó, algo increíble ocurrió: el reloj saltó del papel y comenzó a girar, envolviendo a Tomás en un torbellino de luces.

"¿Dónde estoy?" - se preguntó Tomás mientras aparecía en un planeta distante, lleno de árboles iridiscentes.

"¡Bienvenido a Zantor!" - dijo un pequeño alienígena con alas brillantes, que se presentó como Zingo. "Eres un héroe. Aquí necesitamos tu ayuda para salvar nuestro planeta."

Tomás, que sentía que su corazón latía con fuerza, se armó de valor.

"¿Qué necesitan?" - preguntó con determinación.

Zingo explicó que un monstruo espacial había robado el cristal que daba vida a su planeta. Sin el cristal, Zantor se marchitaría y caería en la oscuridad. Sin pensarlo dos veces, Tomás aceptó la misión.

"Vamos a la Cueva de los Ecos. Ahí podría estar el monstruo" - sugirió Zingo.

Juntos comenzaron su aventura. En el camino, se encontraron con otros seres fantásticos que les contaron sobre la bondad, el trabajo en equipo y la importancia de cuidar su hogar. Cada uno de ellos se unió a su misión, formando un grupo de valientes aventureros.

Cuando llegaron a la Cueva de los Ecos, encontraron al monstruo: un gran ser hecho de sombras y susurros.

"¡Alto!" - dijo Tomás, erguido y decidido. "No tienes por qué hacer esto. ¿Por qué robaste el cristal?"

El monstruo, cuya voz sonaba triste y resonante, contestó:

"Nadie en Zantor me quiso, solo me ven como una sombra. Solo quería un poco de luz para no sentirme solo."

Tomás sintió compasión por el monstruo. Él también había sentido soledad alguna vez y entendió que todos, incluidos los monstruos, sólo buscaban cariño.

"Si regresas el cristal, podemos encontrar una manera de que no te sientas solo. Te necesitamos, y Zantor será tu hogar también."

Sorprendido por la oferta, el monstruo devolvió el cristal y, en ese momento, se hizo una luz brillante, incluso más intensa que antes.

"Gracias, querido niño. Nunca más me sentiré solo" - dijo el monstruo mientras el cristal comenzaba a devolver la vida y color a Zantor.

Con el éxito de su misión, Tomás sintió una profunda alegría. Zingo le dio un abrazo.

"Eres un verdadero héroe, Tomás. ¡Gracias!"

Solamente al tocar el cristal comenzó a brillar y fue transportado de vuelta a su parque.

Tomás, con su corazón lleno de alegría y su mente repleta de recuerdos, volvió a su rincón. Sabía que los lazos que había forjado y las lecciones aprendidas podían conseguir que cualquier lugar fuera un hogar.

Desde aquel día, cada vez que miraba el cielo estrellado, recordaba que siempre habría un lugar donde las aventuras lo esperaban. Además, comenzó a escribir en su cuaderno sobre sus compañeritos de Zantor, sobre el respeto y la amistad, para que la historia de su héroe y sus valientes amigos perdurara en el tiempo.

"Aquí también soy un explorador, ¡y mi verdadera aventura apenas comienza!" - sonrió Tomás, mientras el viento jugaba con las hojas de su cuaderno.

Y así, Tomás aprendió que no solo en otros planetas, sino también en su propio mundo, podía ser un héroe.

FIN.

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