Aventuras en la Casa de Campo



Una mañana soleada, Juan y Camila se despertaron con mucha emoción. "¡Hoy viajamos a la casa de campo de los abuelos!"-, gritó Juan. "¡Sí! Estoy ansiosa por ver a los animales"-, respondió Camila, saltando de la cama.

Después de prepararse, los hermanos tomaron la flota hacia Chaparé. Durante el viaje, miraron por la ventana y vieron los paisajes cambiar de la ciudad a la noche verde. "Mirá, Juan, ¡ya se ven las montañas!"- dijo Camila. "¡Y el río!"- añadió Juan.

Finalmente llegaron a la casa de campo de sus abuelitos Nico y Rosa. "¡Hola, abuelitos!"-, gritaron los niños al entrar.

"¡Hola, mis pequeños!"- dijo la abuela Rosa, mientras abrazaba a ambos. "Estuve preparando muchas sorpresas para ustedes"-.

"¿Sorpresas? ¿Qué son?"- preguntó Camila, con curiosidad.

"Primero, vamos a cuidar a los animales."- dijo el abuelo Nico. "Tienen que ayudar a darles de comer"-.

Los niños corrieron al gallinero. Camila tomó un puñado de granos de maíz. "¡Miren! Las gallinas vienen corriendo"-.

"¡Son muy graciosas!"- rió Juan, mientras una gallina se acercaba a picotear su zapato.

Más tarde, aun con ganas de explorar, Juan sugirió: "Vamos a buscar a los conejos. Escuché que hay unos que son súper juguetones"-.

"¡Sí!"- exclamó Camila, saltando de alegría. Comenzaron a recorrer el campo, y al poco tiempo, encontraron a los conejos ocultos entre unos arbustos. Pero justo cuando se acercaron, uno de los conejos salió disparado, asustado.

"¡Espera!"- gritó Camila, intentando alcanzarlo. Sin embargo, el conejo era muy rápido y se metió en un lugar complicado. "Oh no, ¿y ahora qué hacemos?"- Juan se preocupó.

"No hay que rendirse. Vamos a ver cómo podemos ayudar a que salga"- dijo Camila, ingeniosa. Buscaron unas zanahorias en el galpón y volvieron corriendo a donde estaba el conejo. "Mirá, amiguito, aquí hay una zanahoria. ¡Ven!"- llamó Camila.

El conejo, atraído por el olor, lentamente se acercó y terminó comiendo la zanahoria. "¡Lo hicimos!"- gritó Juan, mientras el conejo comenzaba a relajarse. "Te llamaremos Nico, como abuelo"- rió Camila.

La tarde pasó entre juegos con los animales, alegrías y risas. Cuando el sol empezó a esconderse detrás de las montañas, los abuelitos invitaron a los niños a sentarse junto a la fogata. "¿Qué fue lo más divertido de hoy?"- preguntó abuelo Nico.

"¡Cuidar a los animales!"- dijeron al unísono Juan y Camila.

"¿Y saben qué es lo mejor? Hay más cosas por descubrir aquí, y maaaás aventuras"- agregó abuela Rosa, sonriendo.

Esa noche, mientras se miraban las estrellas, Juan y Camila soñaron en grande. "El lunes vamos a hacer un camino para los conejos, y tal vez podamos construir una casita para ellos"- sugirió Juan.

"¡Sí! Y voy a hacer un jardín con flores para que vengan las mariposas"- completó Camila.

Y así, entre risas y sueños, los hermanos se durmieron, comprometidos a hacer de cada día en la casa de campo una nueva aventura. Nunca imaginaban que cuidar de los animales y aprender de la naturaleza podía ser tan divertido.

Cuando llegó el día de regresar a Cochabamba, Juan y Camila hicieron una promesa: "¡Volveremos pronto, abuelitos!"- dijeron al unísono, llenos de amor y recuerdos, llevando en sus corazones la promesa de más aventuras por venir.

FIN.

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