Aventuras en la Naturaleza
Había una vez un niño llamado Pepe, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de verdes praderas y altas montañas. Pepe era un niño curioso y aventurero, siempre dispuesto a descubrir nuevos lugares y hacer nuevos amigos.
Un día, mientras jugaba en el parque con su pelota roja, recordó que tenía una amiga muy especial a la que no veía desde hacía mucho tiempo.
- ¡Qué emoción! ¡Hace tanto que no veo a mi amiga Sofi! Debo ir a visitarla hoy mismo - dijo Pepe para sí mismo, con una gran sonrisa en su rostro.
Sin perder un segundo más, Pepe corrió hasta su casa para contarle a su mamá sobre su decisión de ir a visitar a Sofi. - Mamá, mamá, ¿puedo ir a visitar a mi amiga Sofi? Hace mucho tiempo que no la veo y quiero jugar con ella - dijo Pepe emocionado. - Claro que sí, hijo.
Pero recuerda ser cuidadoso en el camino y volver antes de que caiga la noche - respondió su mamá con cariño. Pepe asintió emocionado y se despidió de su mamá con un fuerte abrazo.
Luego tomó su mochila con agua, comida y algunas golosinas para compartir con Sofi en el camino. Con paso decidido, emprendió la travesía hacia la casa de su amiga.
El camino hacia la casa de Sofi era largo y lleno de obstáculos: atravesó un puente colgante sobre un río cristalino, escaló una empinada montaña llena de rocas resbaladizas y cruzó un oscuro bosque donde los árboles parecían susurrar secretos al viento. A pesar de los desafíos, Pepe siguió adelante con valentía y determinación.
Finalmente, al caer la tarde, llegó a la pequeña cabaña donde vivía Sofi. Golpeó la puerta tres veces y esperó nervioso. La puerta se abrió lentamente y allí estaba Sofi, con una sonrisa tan grande como el sol.
- ¡Pepe! ¡Qué sorpresa verte por aquí! ¡Entra rápido! - exclamó Sofi emocionada. Los dos amigos pasaron horas jugando juntos: construyeron castillos de arena en el jardín, treparon árboles hasta tocar las nubes e inventaron historias fantásticas sobre caballeros valientes y princesas encantadas.
El tiempo pasaba volando cuando estaban juntos. Al anochecer, cuando las estrellas comenzaron a brillar en el cielo nocturno, Pepe supo que era hora de regresar a casa. Se despidió tristemente de Sofi prometiéndole volver pronto para seguir explorando juntos.
De regreso en casa, bajo el manto plateado de la luna llena, Pepe se acostó en su cama sintiendo gratitud por tener una amiga tan maravillosa como Sofi.
Y mientras cerraba los ojos para dormir plácidamente, sabía que las mejores aventuras siempre comienzan con el valor de dar ese primer paso hacia lo desconocido.
FIN.