Aventuras en la Plaza de los Sueños
Era un día radiante en la ciudad, y la Plaza de los Sueños estaba llena de alegría. Niños y perros corrían felices mientras los trenes pasaban por la estación cercana, resonando con su característico silbido. Lucia, una niña de siete años, decidió ir a la plaza con su perro, Rocco. Allí se encontraría con sus amigos.
"¡Hola, Rocco! Vamos a jugar con los demás", dijo Lucia con una sonrisa mientras su perro movía la cola emocionado.
Al llegar, Lucia vio a su amigo Martín saltando en un juego de trapos.
"¡Lucia! ¡Mirá! ¡Apostamos a ver quién puede saltar más alto!", gritó Martín, saliendo del juego.
"Yo puedo saltar más alto que vos", respondió Lucia, riendo. "¡Rocco nos puede ayudar!", agregó, mientras le hacía una señal para que se acercara. Rocco corrió felizmente hacia sus amigos, llenando el ambiente de energía.
Los niños comenzaron a jugar y, de repente, un nuevo personaje llegó a la plaza: un perro callejero que se veía un poco triste y solitario.
"Hola, perrito. ¿Cómo te llamás?", preguntó Lucia, acercándose con cuidado.
El perro movió la cola tímidamente pero no respondió.
"¡Le podemos poner un nombre!", sugirió Martín. "¿Qué te parece Nube?"
"Sí, porque tiene un pelaje blanco como las nubes!", exclamó Lucia. Todos estuvieron de acuerdo. Comenzaron a jugar con Nube, lanzándole una pelota y corriendo juntos a la sombra de los árboles.
Mientras tanto, un grupo de adultos en la plaza charlaba sobre la llegada de un nuevo tren que pronto pasaría por la ciudad. Sin embargo, lo que no sabían era que el tren traía un espectáculo muy especial.
"¡Chicos, miren!", dijo una niña que pasaba cerca. "Ustedes tienen que ver lo que viene en el tren, ¡son artistas de circo!"
Los niños dejaron de jugar para acercarse al lugar donde se detendría el tren. Pronto, el sonido de las ruedas se escuchó y el tren se detuvo. De dentro, salieron acróbatas, malabaristas y payasos, llenando la plaza con luces y risas.
"¡Esto es increíble!", gritó Martín entusiasmado. "No puedo esperar a ver los trucos que hacen!"
Lucia miró a Nube y Rocco.
"Vamos a sentarnos por aquí y disfrutar del espectáculo", propuso.
Todos se acomodaron en el césped mientras el circo comenzaba. Pero de repente, Nube se puso inquieto y empezó a ladrar. Lucia, preocupada, se agachó a su lado.
"¿Qué pasa, Nube?", le preguntó.
Nube, con su admirable instinto, había notado que un niño se había alejado un poco de su grupo y parecía un poco perdido, mientras que sus padres no se daban cuenta.
"¡Chicos, miren! Ese niño necesita ayuda!", gritó Lucia.
"Tenemos que ir a ayudarlo!", dijo Martín. Los niños corrieron hacia el niño, guiados por Nube.
"Hola, ¿estás bien?", le preguntó Lucia al ver al niño con lágrimas en los ojos.
"Estoy perdido, no sé cómo volver con mis papás", respondió el niño.
"No te preocupes, nosotros te ayudamos. Nube, síguenos!", dijo Lucia. Juntos, guiaron al niño por la plaza, mientras Rocco ladraba en señal de que todo estaba bien.
Finalmente, lograron encontrar a los padres, quienes estaban muy preocupados.
"¡Mira, es mi hijo! Gracias, gracias!", exclamó la mamá, abrazando al niño felizmente.
"¡Siempre hay que cuidar a los demás!", dijo Lucia mientras sonreía a sus amigos y a Nube.
Cuando el show del circo terminó, todos aplaudieron entusiasmados, pero más allá del espectáculo, los niños aprendieron la importancia de cuidar y ayudar a los demás. En esa tarde mágica, la plaza no solo fue un lugar de juegos y diversión, sino también un lugar de verdadera amistad y solidaridad.
Lucia, Martín, Rocco y Nube volvieron a su juego, sabiendo que siempre habría más aventuras por vivir en la Plaza de los Sueños.
FIN.