Aventuras en las alturas


Había una vez un ratoncito llamado Tomás que vivía en un hermoso bosque. Tomás era muy aventurero y siempre estaba buscando nuevas emociones.

Un día, mientras exploraba el bosque, vio un árbol alto y frondoso al otro lado de una escalera. Tomás decidió subir la escalera para trepar al árbol y ver qué había en la cima. Con mucho cuidado, comenzó a subir los peldaños uno por uno, moviendo su colita emocionadamente.

Pero cuando llegó a la mitad de la escalera, se dio cuenta de que tenía miedo a las alturas. - ¡Ay, ay! ¡Qué miedo tengo! -exclamó Tomás temblando. En ese momento apareció Pablo, un simpático pajarito que estaba descansando cerca del árbol.

- ¡Hola Tomás! ¿Qué te pasa? Parece que tienes miedo -dijo Pablo con curiosidad. - Sí, Pablo. Tengo mucho miedo a las alturas y no sé si podré llegar hasta arriba del árbol -respondió Tomás tristemente.

Pablo miró a su amigo con ternura y le dijo:- No te preocupes, amigo ratoncito. Yo te ayudaré. Juntos podemos superar cualquier obstáculo. Con valentía y determinación, Pablo voló hasta donde estaba Tomás en la escalera y lo animó a seguir subiendo.

Poco a poco, el ratoncito fue perdiendo el miedo gracias al apoyo de su amigo pajarito. Finalmente, llegaron al último peldaño de la escalera y pudieron trepar hasta lo más alto del árbol.

La vista desde allí era espectacular, podían ver todo el bosque y sentir la brisa fresca acariciando sus rostros. - ¡Wow! Esto es maravilloso, Pablo. Gracias por ayudarme a superar mi miedo -dijo Tomás emocionado. - De nada, Tomás.

Siempre estaré aquí para apoyarte en tus aventuras. Juntos somos invencibles -respondió Pablo con una sonrisa. Mientras disfrutaban de la hermosa vista, Tomás notó una hamaca colgada de una rama del árbol.

Sin pensarlo dos veces, se subió a ella y comenzó a balancearse emocionado. - ¡Esto es genial! Me encanta esta hamaca -gritó Tomás mientras se balanceaba. Pero de repente, la cuerda de la hamaca se rompió y el ratoncito salió volando por los aires.

Por suerte, Pablo estaba cerca y logró atraparlo antes de que cayera al suelo. - ¡Uf! Eso estuvo cerca. Menos mal que te atrapé a tiempo -dijo Pablo aliviado. Tomás comprendió que había sido imprudente al subirse sin pensar en las consecuencias.

Agradecido por haber sido salvado, prometió ser más cuidadoso en el futuro. Desde ese día, Tomás aprendió que no hay nada malo en tener miedos siempre y cuando busquemos ayuda para superarlos.

Además, entendió lo importante que es pensar antes de actuar para evitar situaciones peligrosas. Tomás y Pablo siguieron siendo grandes amigos y juntos vivieron muchas más aventuras en aquel maravilloso bosque. Y cada vez que veían una escalera o una hamaca, recordaban aquella experiencia y se reían juntos.

Y así, con valentía y amistad, Tomás el ratoncito siguió explorando el mundo con alegría y siempre encontró a alguien dispuesto a ayudarlo en sus travesuras.

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